Los Jirondinos chilenos

··- 6 - miento de aqnel trono fné prodnciendo sncesivamente en todas las viejas i podridas monarquías del vieJO mondo, en Alemania, en Austria, en Prasia, en Roma misma, cansó en nnestt·o país nna alegda nni versal. Pio IX, cnya residencia en Chi le le babia dado entre nosotros una especie de derecho de cindadanía de amor, fnlgnraba la reforma, dP.sde lo alto del VatiC'ano, i su resplandeciente manto de pontífice cnbria en este sue– lo tímido todas las osadías de aqnella gran mudanza. De esa suerte la revolnciou europea er1t casi una revo– lncion chilena. Por sn pat·te, el país i la sociedad estaban prepara– dos para aquel advenimiento. Hahia entóncesjnventnd, si bien es cierto no había pueblo, como no lo hai toda– vía. Pero aquella lo snplía todo. Eru. una jeneracion ilustrada, laboriosa, snscP,ptible de fe en las creencias i de aspiraciones altas en los hechos. Era la jnvent.nd qne había recojido la herencia de Bello i ele Mora, de Gorbea i de Sazie. El gobierno.no cerraba por su parte las cotnpnertas del pensamiento i de la accion, sino que dejaba ancho paso a los raudales de la innovacion. Entónces había un Presidente i a su lado había un Ministerio. Ese Presidente se llamaba Búlnes i había sido el domador de Araaco, el pacificador de los Andes, el vencedor de Bolivia.. Sus ministros se llamaban alternativamente Montt i Vial, Varas i Sanfuentes, Perez i Aldnnate, lral'rázaval i Renjifo, Tocorual i García Reyes, todos hombres de la escuela de Bello o de la escuela de Mo-

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