Inter- y transdisciplina en la educación superior universitaria: reflexiones desde América Latina

Núcleo de Investigación en Inter- y Transdisciplina para la Educación Superior (NITES) INTER ! Y TRANSDISCIPLINA EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR LATINOAMERICANA 44_ Sección I: Reflexiones conceptuales Integración disciplinaria: la importancia de la mediación y la “traducción” en el estudio de asuntos públicos complejos ber para el avance del conocimiento tanto en el ámbito de las ciencias naturales como de las humanas y sociales. A diferencia de la inter-disciplina y la trans-disciplina, la multi-discipli- na implica una interacción mínima: requiere básicamente de la partici- pación de dos o más disciplinas en un estudio sin que éstas pierdan su identidad y características. En este escenario, las disciplinas, más que integrarse, se suman, se añaden o agregan en la comprensión de un objeto, fenómeno o proceso. En particular, la multi-disciplina presenta sin embargo una disposición comunicativa en lo que concierne a su relación con otras disciplinas. Si bien el desarrollo de una disciplina no es necesariamente antagóni- co con respecto a la interdisciplinariedad, sí son categorías que siguen caminos y propósitos contrarios. Mientras que las disciplinas tienden hacia la autonomía y la especialización, es decir, buscan delimitar sus fronteras, desarrollar un lenguaje particular, elaborar sus procedimien- tos de investigación y construir sus propias teorías (Luengo 2012), la interdisciplinariedad tiende a expandir, esfumar, cruzar o traspasar las fronteras disciplinarias. Es muy probable que los obstáculos para cruzar fronteras provengan en cierta medida de lo que Clark (1991), en su estudio sobre el sistema de educación superior de los años noventa, reconoció como una “profesión académica fragmentada”, resultado de que cada disciplina o especia- lidad da forma a una cultura disciplinar con un correlato social que incluye diversos procesos de iniciación, modelos de carrera y patrones de interacción social y comunicación, entre otros aspectos. Y que por supuesto incluye también lo que Land (2013) concibe como el episteme , el ámbito relativo a ciertas maneras de justi " car, explicar, abordar y re- solver problemas, conducir la investigación y diseñar y validar diversas clases de productos o resultados. A estas culturas disciplinarias aludió Becher (2001) con la metáfora de las “tribus académicas”, las cuales —desde su perspectiva— habitan te- rritorios universitarios construidos por las disciplinas del conocimien- to. Aunque es pertinente preguntarse qué tan signi " cativas son hoy las diferencias disciplinarias (por ejemplo, Towler et al. 2013), pareciera que la metáfora sigue siendo válida.

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