Los tratados entre la Nación Mapuche y la Corona de España

122 Carlos Contreras Painemal Corriendo por esta Vega donde se capitularon las paces con sus Caciques, de la manera que se hizo en Quillin, pasó el ejército á la ciudad, que fué y ahora no es sino ruinas, de la Imperial. Es su sitio una eminencia que cae en el estrecho y punta que hacen dos famosos ríos; el uno que tomó el nombre de la misma ciudad, y es caudaloso y grande, y el otro que lla- man de las Damas por su apacibilidad y belleza, y corre marge- nado de vistosas arboledas de todo género de frutas de Castilla y olivos que se suben á los cielos. Cruzan y pasean los indios estos ríos en sus canoas, en que tienen muy grande recreo, y de la otra banda se descubren en las caserías, muchas y muy amenas huertas, y en particular una muy grande y hermosa, que dicen fué del obispo D. Agustín de Cisneros, que murió dos años antes del levantamiento destas ciudades amenazán- doles, por los pecados que en tanto vicio y regalo cometían, con el azote y castigo sensibles piedras de sus cimientos. Aquí dispuso el piadoso celo del Marqués se buscasen los huesos de este santo pastor y príncipe de la Iglesia, y averi- guando con los antiguos que se había enterrado en la catedral, al lado del Evangelio, mandó profundar la cava que habían co- menzado á abrir en otro tiempo con el mismo intento, aunque sin fruto, y se hallaron sus reliquias en una caja consumida ya del tiempo; las cuales llevó consigo á la ciudad de la Con- cepción, donde se depositaron en la catedral, mandando hacer unas suntuosas exequias que quiso honrar el príncipe y pas- tor de aquel obispado, D. Diego Zambrana Villalobos, con su misa de pontifical, prebendados, canónigos y toda su clerecía.

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