Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas

80 – Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas Territorios, otredades y cuerpos: Vidas cotidianas y extranjerías Manuel Canales & Genoveva Echeverría Lo que los territorios —lugares, pueblos— de La Legua, La Laguna, tienen en co- mún con los habitantes inmigrando, es que ponen en tensión la cuestión del otro y el nosotros, viga maestra de las representaciones de los grupos, y desde la que devuel- ven, hacia adentro, una visión de quién ser y a quién negar. Lo otro desafía y se opone al modelo imperante, tomando el rol de la interpela- ción, lo que cuestiona y evidencia formas alternativas, que se alejan de lo normativa- mente prescrito y reificado. La Legua y la Laguna, como las afueras interiores de la ciudad, son indicios de inclusión fallida, de exclusión entonces semilograda y alcanzada con excelencia. La tras-tienda, con las clases desoladas —hasta el propio habitante la deshabita: no sa- len, y algunos de los que pueden, se van, como en La Laguna— ; o la sociedad otra, sub-social, como las poblaciones conflictivas, duras, bravas, emblemáticas, como La Legua, y ya en La Legua, la Emergencia, que configura territorio como en otro rei- no. Por eso no es casual que, tan amante que se es de los simbolismos, la gota que rebalsara el vaso de este juego de afirmación paradójica del otro como el nosotros y de par en par: bastó que una narcotraficante se proclamara como la reina de la pasta base para que el estado entienda que había allí una competencia de soberanía. Al final, EL ASUNTO SOCIAL termina tratándose casi como un asunto internacio- nal, geopolítico, asociado al más tenue y vital hilo de la nación y sus protestas. Como que la exclusión se fue de las manos, y apareció de pronto como otro ante sí mismo, configurando su gesto desde la transgresión hecha doctrina. Cuando el otro ya no se esconde, y hace de la exclusión una reclusión autopsiada, y hace el gesto del flaite, el que se anuncia y muestra, y hasta bello y honroso, cuando el gesto debido es el abatimiento y la humilde conciencia de ser otro allá abajo. Ser nómade —como parte de una identidad—puede entenderse también desde un territorio. Habitar nómade por lo emergente y en emergencia; se nomadiza lo cotidiano, en territorios que mutan, de distinta forma. Así, están los territorios que mutan desde afuera, al ser colonizados e intervenidos por las hegemonías y regula- ciones que buscan normarlos; pero mutan también desde dentro por las resistencias a los intentos de hacerlos encajar con la matriz de lo deseable y civilizatorio…dentro de los márgenes deberían quedarse los maginados. Nómades por nacimiento (seguimos pensando en La Legua), su fundación fue un movimiento; y si bien el territorio pareciera hoy estar fijo, los cuerpos y sus ru-

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