Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público

Estéticas de la Intemperie 32 La modernización de Santiago no se limita al embellecimiento de la barbarie, o a un mestizaje tecnológico urdido como vida cotidiana y globalización viviendo la hiperconectividad informática y comunicacional. En la predominancia del aluminio y el cristal, que impone el gusto arquitectónico funcionalista, hay un gesto de ruptura con las diacronías de la urbe, la modernización maquilla el territorio a fin de volverlo agradable a los nuevos circuitos de inversión global. La ciudad muchas veces rearmada según el arbitrio de las inmobiliarias y las urgencias del parque automotriz, deja los caminos e impone las rutas: las ofertas de seguridad, de aire limpio y tranquilidad organizan el nuevo marketing urbano, para sugerir que ciertas zonas de la urbe (Vitacura, Lo Barnechea, Las Condes o Peñalolén) pueden aún cumplir la promesa de ciudad-jardín, diseñada por una lógica urbanística que hace compatible periferia exclusiva y éxito. La ciudad crece hacia fuera de sí para interrumpir la pregunta ¿Dónde dejó lo arrasado? Las 65 mil hectáreas de Santiago han sido estructuradas por los cartógrafos del capital para crear nuevos ejes de estigmatización y fortuna y la exclusión social no sólo opera en lo público, sino también en lo privado. La política habitacional ha creado nuevos propietarios, pero el costo se traduce en una dependencia central con el sistema financiero y sus necesidades especulativas. Casas pequeñas y repetidas rodean los suburbios, poblaciones asalariadas se agrupan en ellas y se entregan al único momento noticioso que les da visibilidad: la delincuencia. Al contrario, la individualización estratégica y autorreferente del condominio (esa especie de ciudad-fortaleza) o las áreas residenciales pensadas para una nueva generación de profesionales reproductores del mercado-global, expresan un apartheid simbólico y estructural. En ambos casos la segregación espacial no es ausencia de contacto, sino regulación del mismo, entonces la calle -convertida en zona ciega- fomenta la velocidad de los objetos y el roce comercial de los cuerpos como dato de desarrollo y ejemplo. En la intersección de estos dos Santiagos se colocan, como único punto de vínculo precario y restrictivo, las hipermultitiendas que al amparo de su monumentalidad y dispositivo publicitario parecieran

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