Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

72 suelas de zapatos, láminas plegadas, contenedores de goma, espuma, etcétera. Son estudiantes de arte y, como tales, han aprendido a incorporar la memoria social de esos materiales, que muy pronto pondrán en contacto con algún problema en el que han indagado, tratando por todos los medios de que sus primeros esbozos se crucen significativamente con determinados conceptos y exhiban, a la hora de ensamblarse, su propio procedimiento de producción. Lo primero en lo que podríamos reparar es en el hecho de que todos esos estudiantes están siendo agregados a una atmósfera bien conocida. Se trata de la atmósfera ready-made , la de la desublimación o la desfetichización del arte, por lo que deberán partir por desacreditarlo, sometiendo la belleza o el gusto estético a una especie de grado cero. Ese grado cero del dictado universitario les dice que lo obtendrán si son capaces de mezclar ciertos elementos del arte tradicional con algunos de la vida cotidiana, indistinguiendo, por decirlo así, lo puro y lo profano. La indistinción consistirá entonces en un ejercicio de profanación, un ejercicio a través del cual los objetos de la vida mundana tomarán por asalto las reliquias sagradas que habitaban antaño el campo de la autonomía estética. Para llegar a esto el profesor les ha hecho consultar antes algunos textos de Malevich o de Baudelaire, La filosofía de la composición de Poe, alguna pieza de agitación antiburguesa de Tretiakov, los fotomontajes de Lissitsky o el cine-ojo de Vertov; les ha hecho revisar la escena productivista o los avatares del teatro experimental, el proyecto de la vanguardia rusa o del resto de las vanguardias europeas y les ha hecho leer a Walter Benjamin, la famosa conferencia acerca de El autor como productor quizá, sin duda alguna La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica . Desde allí lograrán comprender el trabajo de Duchamp y, si consiguen hacerlo, olvidar de una vez por todas las rémoras románticas del “arte puro” o las reaccionarias teorías del “arte por el arte”. No han venido a la Universidad para aprender a deleitarse con una pintura de Pico della Mirandola o para sumirse en un estudio de la perspectiva invertida de un cuadro del Greco sino al revés: han venido aquí para desilusionarse de ese concepto natural y primitivo del arte, para aprender a interrumpir el curso habitual de la mirada burguesa que a esa concepción del arte subyace. La famosa interrupción significa que ya no son ni serán estudiantes de artes plásticas (“como se les llamaba antes”, se adelantará a decir alguien); significa que han accedido a una licenciatura que los conducirá al paradójico desarme de Arte, Universidad y Crítica. Elementos para un debate en el Chile de las últimas tres décadas

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