Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

17 Las tensiones provocadas en los programas políticos gubernamentales de estos últimos veintitrés años por las deficiencias no asumidas de nuestra educación, nos han obligado a posesionarnos de un discurso crítico; en definitiva, el debate respecto a la calidad de la educación, a la existente desigualdad y a la necesaria justicia social que debemos abordar se ha hecho carne, logrando que las necesidades sociales sean parte de nuestro cotidiano, superando así el estatus de tema obligado en las reuniones de media tarde de la clase política. Es una realidad: la discusión y toma de conciencia ha sido provocada por la circulación de información crítica, que no tiene segmento acotado ya que todos somos/fuimos estudiantes, por tanto toda la población está habilitada para hablar desde su experiencia. Motivados por la reacción de nuestra clase escolar hemos salido a la calle: los “mal educados” han articulado una narrativa donde asumen sus carencias, manifestando una protesta no solo sentida y apasionada en su tenacidad, sino haciendo uso y abuso de estrategias dramáticas, instalando las demandas contingentes en un espacio seductor, logrando así que aquellos pocos que han tenido y siguen teniendo acceso a una educación privilegiada (los agentes de poder), articulen el problema en sus discursos partidistas. Al mismo tiempo, la información circula a una velocidad proporcional a la cantidad de informantes en una multipista de sentidos y encuadres, teniendo por consumidores a una generación que vive como propio todo lo que accede a su campo de conocimiento. Conociendo y discriminando construyen un criterio polifónico, que nunca deja su condición de work in progress , radicalizándose en este construirse; cruzando sentidos que antes eran abordados solo en su especificidad disciplinar, y siempre bajo la presión de ser muestras de prueba de una teoría política ajena. Esta voluntad de saber-se y reconocer-se en lo inestable es lo que moviliza el conocimiento historiográfico de una generación que necesitaba una bandera de lucha propia, al mismo tiempo que histórica; evadiendo la autoridad militante, se manifiestan en puestas en escena colectivas, sin autor aparente y Encuentros de escuelas de arte o una plataforma de debate en construcción Carolina Herrera Águila

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