Brian, el nombre de mi país en llamas: cuadernillo de montaje de egreso

74 escena sobre el escenario del Teatro Nacional Chileno la rabia y el de- seo de poner a este país en llamas en unmontaje cargado de signos. Lo primero que podría llamar la atención de los espectadores que leyeron el poemario, es la selección, por parte del equipo de artistas escénicos, de los poemas y la alteración de estos. El montaje parte con un primer Brian arrodillado en la mitad del escenario y con el rostro rendido, proclamando los versos sobre el miedo y la rabia al amor, aquel que, según él, hace daño. Mientras tanto, vemos emerger de la oscuridad, y en un nivel superior, a una mujer encima de unas vigas con rostro cubierto. Brian calla y esta mujer misteriosa de acento colombiano le habla desde una sonoridad especial que nos hace entender que ella es una proyección de su mente, una proyección que expresa su flujo interior de ideas, el ordenamiento de las mismas y la justificación de su rabia desmedida y sus deseos más profundos. La oscuridad cae y uno de los muchos actores que interpretarán al poeta (Diego) en esta historia de amor, avanza entre la penumbra hacia un micrófono, avanza al enfrentamiento con la sociedad y al reencuentro con Brian, personalizado desde la ternura y la inocencia por un segundo actor en paralelo. Cabe destacar que aquí ya podemos ver una escenografía que se hace notar sin ningún preámbulo. Grafitis, estructuras metá- licas movibles, mensajes, cerámicas de baño, todo destacado por la iluminación sobre una constante oscuridad que se entremezcla con colores llamativos y que nos lleva a aquellos lugares del Santiago under y poco conocido hasta ese momento por algunos. El actor que inter- preta a este nuevo Brian no necesita hablar para conmovernos con la fragilidad que su cuerpo proyecta sin descanso. Una de las cosas más características de este espectáculo dirigido por Jesús Urqueta es que, si bien hay un alto uso de la palabra, también hay un alto uso del cuerpo de las actrices y actores complementados con la sonoridad y la espacialidad, ya sea en dosis de cantos de Shaki- ra, bailes de música pop, violencia desmedida hacia otros cuerpos o figuras desnudas que generaban amebas hiper sexualizadas desde la rabia y la libertad del deseo tan reprimido. La materialidad de la pues-

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