Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

8 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha mente, de sus segmentos más desvalidos. A las manifestaciones de los universitarios, entonces, rápidamente se sumaron aquellas de los estudiantes secundarios y de los pro- fesores. Le siguieron, luego, protestas ante el deterioro de las condiciones ambientales por efecto de industrias cuyos elevados provechos económicos enriquecían a una redu- cida elite en perjuicio de la calidad de vida de poblados completos. Asimismo, se agre- garon disgustadas quejas por el sistema salud, sus rentables aseguradoras y el costo de los medicamentos, airados reclamos frente al sistema de pensiones y las altas utilidades de las entidades privadas encargadas de su administración, espontáneos motines ante las deficiencias del transporte público y el progresivo aumento de su valor, indignadas querellas contra instituciones financieras enriquecidas a partir del endeudamiento de los más pobres… Desde múltiples esferas resonaron las críticas molestias de amplios segmentos de la ciudadanía ante los excesos del poder económico que, al amparo de un modelo de economía y de sociedad preservado intacto desde la dictadura con la com- plicidad de políticos de casi todos los signos, favorecía la progresiva concentración del capital mediante la cual se reproducen e, incluso, amplifican las desigualdades. No es extraño, entonces, si las disímiles descontentos pudieron llegar a formular su malestar a través de la consigna más utilizada por los universitarios movilizados: ¡No al lucro! Sin embrago, más allá de los oportunos escándalos que, ocurridos en aquellos me- ses, operaron como eficientes reveladores de las injusticias apuntadas por la protesta social y que, por cierto, comparten la misma serie de ulteriores escándalos hasta conec- tarse con aquellos más recientes referidos a los oscuros compromisos de la institucio- nalidad política con los intereses del gran capital, ninguna de las distintas denuncias formuladas en las diversas movilizaciones sociales del 2011 parecen, en el fondo, haber contenido insospechadas novedades enteramente ignoradas por la sociedad chilena. Nadie hubiese podido alegar total desconocimiento de que, en Chile, la educación se encontraba injustamente distribuida y, en buena parte, como efecto de su enorme costo resultante de su reducción a un bien de consumo gracias a su casi completa pri- vatización, así como tampoco hubiese sido verosímil declarar total ignorancia sobre la impune contaminación ambiental producida por diversas industrias altamente ren- tables o sobre la progresiva instalación en el país de un desigual sistema de salud para ricos y otro, bastante más precario, para pobres. Pero si, al menos en sus aspectos más masivos, estas y muchas otras situaciones no eran, en aquella época, enmodo alguno desconocidas por el grueso de la población chi- lena, ¿porqué sólo entonces se volvieron motivo de dolidos reclamos públicos sin ha- ber anteriormente producido descontentos de semejante intensidad? Por cierto, sería engañoso afirmar que, antes del 2011, Chile hubiese estado exento conflictividad social o que, antes de las movilizaciones de aquel año, no hubiese habido ninguna expresión de malestar entre los chilenos. En efecto, con anterioridad a las revueltas de los uni- versitarios de aquel tiempo, el mismo movimiento estudiantil ya había protagonizado

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