Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Camille o los tiempos de entrada / Pablo Cabrera – 137 modo en que se traduce lo anterior en los movimientos transferenciales. De la sensación de distancia al sentimiento de desamparo. La marca y la desmentida Al comenzar el análisis Camille tenía 35 años. Estaba soltera hacía cuatro meses. Hacía un tiempo había finalizado una relación amorosa que mantenía por casi una década. Era una ruptura por agotamiento, según nos muestra. La siguiente viñeta es un extracto de la primera sesión de las entrevistas prelimi- nares. Ella da cuenta del sello inaugural del trabajo. –¿Camille? Adelante. Me saluda con distancia. Entra, se sienta y me mira en silencio. Espera algo. -¿Cuénteme..? –le digo. –¡Esto va a ser siempre así, de este modo! Es una interpelación que no espero –¿De este modo? –le pregunto. –¡Pensé que serías más acogedor, más cálido, más amable..! ¿Te puedo decir por tu nombre, te puedo tratar de tú? –Me puede decir como le acomode –le respondo. Entonces, comienza algo descolocada –Una amiga me dio tu referencia…; vengo porque tengo problemas con el amor…; hace muy poco terminé una relación de pareja de varios años… Ella no se escuchaba triste. Más bien traía un sentimiento de ruina y de destino. Me confirmó que había ocurrido algo inevitable y que esperaba. Javier había, nueva- mente, pospuesto el proyecto de irse a vivir con ella. ¿Por qué? Camille no lo sabía y estaba muy agotada. No estaba dispuesta a otorgar más tiempo. Agrega: “pienso que tengo que resolver penas que se arrastran desde hace mucho”. Marcó ahí un tiempo e introdujo otra serie en el relato. Me dice que siente muy lejanos a sus padres. Tampo- co sabe por qué, pero ubica ciertas datas decisivas alrededor de los seis años, cuando se habría provocado esa distancia. Datas sobre las cuales volverá en varios momentos del análisis. Hay un antes y un después de los seis o siete años de su vida. Es una época sobre-determinada. Desde la primera sesión la resistencia se puso en acto y se estableció como cons- tante. Camille sancionaba todo aquello que le resonara extraño o no-pensado. Re- chazaba preguntas o señalamientos de manera sistemática, así como puso bajo ame- naza, cada cierto tiempo, el propio espacio analítico. De este modo, luego de varios rodeos logramos establecer, junto con una parte de su biografía, un derrotero organizador: la vivencia de angustia que le despierta el otro . Esa vivencia de angustia cercana al desamparo se yuxtaponía a demandas de

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