Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

136 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha Camille o los tiempos de entrada Pablo Cabrera Las viñetas fragmentarias presentadas a continuación, me permiten introducir el problema que nos convoca y, más específicamente, el lugar que le cabe en las cues- tiones relacionadas al traumatismo, la memoria y la filiación. En ese marco, quisiera mostrar los – así, dicho en plural – tiempos de entrada al análisis , cuando los proce- sos de elaboración están interferidos por vivencias reales de lo traumático 1 . Con Camille nos tomó un año construir un espacio analítico en donde se con- quistara una disposición subjetiva de – si seguimos a Laplanche – indagación y de escucha de la historia biográfica y reprimida, que siguiera la vía de la asociación libre, así como el movimiento pendular y quebrado de zigzag 2 . Un tiempo interferido por algo que hubo que saldar en la transferencia, podríamos decir, en un tiempo y lugar de transferencia 3 . La exposición la he dividido en dos partes. En la primera, presento tres momen- tos específicos del primer año de análisis. Tres momentos que son de llegada, luego de ese lento andar de Esopo, indicado por Freud para aludir al tiempo de trabajo del análisis. En la segunda, introduzco algunas orientaciones generales sobre el trabajo del análisis, cuando los procesos de elaboración han sido interrumpidos por “viven- cias reales de lo traumático”, y donde esas interrupciones nos fuerzan a problemati- zar las condiciones que pondrán en curso la elaboración, el lugar de la resistencia y el 1 Ocupo el término “vivencia real de lo traumático” para diferenciarla de la “vivencia fantasmática del trauma”, tal como la desarrollaré en la segunda parte de este trabajo. La conjetura que propongo es que ambas vivencias del sujeto son diferenciables, no sólo por las cualidades y espacio de efectua- ción (adentro/afuera; fantasma/real) del acontecimiento traumático, sino por los efectos que provo- ca en los procesos psíquicos y en los mecanismos para tramitarlos (represión/desmentida). En se- gundo lugar, si bien es posible hacer esta distinción, ambos conceptos se trenzan y habitan al sujeto formando una “mixtura”, siendo los procesos originarios (Aulagnier) la condición de emergencia del fantasma y la sexualidad infantil, así como la inscripción de los acontecimientos reales extremos. Por último, planteo que lo más extremo del acontecimiento actual (el traumatismo real) tiene efectos en lo más extremo de los procesos originarios, desmontando las condiciones mínimas de los procesos de elaboración y pensamiento respecto a la pulsión sexual y al otro. De este modo, la “vivencia real de lo traumático” genera una ensambladura con la “vivencia fantasmática del trauma”, imponiendo la necesidad de considerar ambas en el análisis y en los procesos de simbolización. Esa ensambladura la he tematizado en otro lugar bajo el nombre de “ecuación etiológica ampliada”. 2 Sigmund Freud, “Estudios sobre la histeria”, en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 2 (1895; Bue- nos Aires: Amorrortu, 2010), 1-316. 3 Una parte importantes de estas reflexiones las he ido elaborando en conjunto con otros colegas en el trabajo e intercambio que realizamos en la Unidad “Traumatismos y procesos de simbolización”, perteneciente al Programa Académico de Estudios Psicoanalíticos: Clínica Cultura, del Departamen- to de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

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