Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

138 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha amor a nivel transferencial, organizando una mixtura difícil de distinguir en la de- manda. Como muestra de lo anterior, recojo una frase de su relato, la cual se repitió bajo distintas formulaciones. Me dice: “[…] ¿y si me preguntas tú..? No sé qué decir”. Luego agrega: “[…] no, eso no tiene que ver, yo creo que es distinto”. Detengámonos en su palabra. Da cuenta de una repetición, la cual se presenta cada vez que el trabajo remueve algo en ella. Primero, formula una demanda ma- nifiesta. Luego, más allá de mi respuesta –que a veces podía ser un silencio–, una pregunta, una interpretación o incluso una respuesta directa, ella agregaba una ne- gación remarcada con: “[…] no, eso no… es distinto”. Esta resistencia a entrar a un trabajo con otro nos conducirá a indagar un aspecto diferente de la demanda que nos introduce en esa escena: “[…] ¿y si me preguntas tú?”. Descubrimos lentamente con Camille que, junto a esta demanda amorosa, introducía una solicitud de otro orden frente a la angustia de quedar en una posición pasiva frente a mí, en la más completa soledad. Ambas traslucen una confusión respecto a lo que desea, cruzada por un sentimiento angustiante fuertemente intrusivo. El reconocimiento de estas emergencias afectivas en su historia y en el espacio analítico producirá un primer giro en su propia escucha. Ello lo podemos observar en el siguiente sueño que tuvo lugar después de encontrarse con un ex-pololo. Estoy en una calle amplia. Mi madre a lo lejos me mira. Un hombre me abraza por atrás: me agrada. Mi madre me dice “Mmm”, como diciendo “¡Mira en lo que andas!”. Nos juntamos y caminamos en una tienda. De pronto un hombre sube por la escalera y siento que viene por mí. Me asusto. Me persigue y arranco desespera- da… Suena mi teléfono. “Es él”, pienso angustiada. “¡Me puede encontrar en cual- quier parte, no tengo escapatoria!”. Me angustio mucho. Despierto asustada, sobre exaltada. Camille toma la asociación del fragmento de la madre (“Mmm, ¡mira en qué an- das!”) y dice: “Ella nunca fue así conmigo. Mi madre es como una gran señora, con mucha presencia, muy estricta […]”. Trae, entonces, una imago materna dividida en- tre estamadre casta y exigente y otras mujeres que están a disposición de los hombres: mujeres fáciles que la conducen a asociar un fragmento de su infancia. Recuerda a una mujer de su barrio un tanto grotesca, nos dice, por el tipo de ropa y maquillaje que usa. La ropa era demasiado ajustada y el maquillaje la hacía notar demasiado, en contraste con el que ocupaba su madre. Es una mujer provocativa. En ese tiempo de infancia, esta mujer atraía la atención de su padre y de ella, despertando fuertes sen- timientos de celos, pero además importantes inquietudes sobre su femineidad. “Mi padre a veces conversaba con ella […] me molestaba mucho.” Luego, a propósito de la figura materna del sueño, indica:

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