Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Dolores de Morir / Dominique Cupa – 129 se según variadas figuras de la separación, cuya última fase es el “desenganche”, la zambullida –como escribe Baudelaire– “en las tinieblas frías” 6 , el “aflojamiento”, el arranque. La figura de la separación va depender de la calidad de la relación en ese momento. Para algunos, esta última etapa provoca, como veremos más adelante, una exaltación relacional. Así, el trabajo de la muerte se presenta como un activador de la dinámica de la desunión, templado por el de la unión, en la cual se juntan afectos de angustia y dolor. Dolores del odio Sebastián – alto, bello, de apenas 50 años, brillante, envuelto en un clima caótico de angustias y dolores que le impedían quedarse quieto en su sillón – me pidió ayu- darle a sanar sabiendo que, con un cáncer como el suyo, tenía tan sólo “diez por ciento de posibilidades de salvarse”. En el caso de un posible fracaso, me rogó que lo acompañara en el momento de su muerte, porque así sería como los profesionales enfrentarían estos asuntos y, sobre todo, porque pedía “no soltarlo al borde del pre- cipicio”. Él no quería morir como un “huevón”, quería “descubrir su verdad”, única forma para salir de allí. Acepté por el modo en que quería asumir su fatal destino, por su coraje y por una cierta rebelión que me estimulaba: “un tipo como él, a su edad; ¡no era justo!”. Comenzó por llenar mi consulta evocando a numerosas mujeres, en el temor que le provocaba nuestro cara a cara; el acto de transferencia me evocaba una especie de variante del “Motivo de la elección de cofres” 7 , en el cual fueron involucradas, en un juego de superposiciones de luz y sombra, “la diosa del Amor” y “la diosa de la Muerte”. Siendo el mayor de cuatro hijos, era el preferido de su madre, a la que describía como “opresora”. Ella le había “envenenado” la vida con “su afección depre- siva”, tal como ahora el cáncer lo envenenaba lentamente. Como prolongación de ello, la invasión de las metástasis tomó, en la transferencia, la forma de una invasión de su pequeña libreta por mis iniciales, con citas que se inventaba, anotando “d.k., menos peligroso que d.c.” o bien marcando además tanto sus deseos de muerte res- pecto a mí, como el temor de que esto mismo se volviera contra él durante el horror (Paris: Champ Vallon, 1995), 229-266. 6 Charles Baudelaire, “LIX. Canto de otoño” en Las flores del mal , trad. Nydia Lamarque (1861; Buenos Aires: Losada, 2006), 142. 7 Sigmund Freud, “El motivo de la elección del cofres”, en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 12 (1913; Buenos Aires: Amorrortu, 1991), 305-319. Después de evocar las tres formas femeninas que se suceden en la vida del hombre, la madre engendradora, la madre compañera erótica que él escoge a semejanza de su madre y la tierra-madre-muerte, Freud nos propone la siguiente representación del viejo Rey Lear: “Pero el anciano busca en vano atrapar el amor de su mujer, tal como lo recibió primero de su madre; es sólo la tercera de las mujeres del destino, la silenciosa diosa de la muerte, que lo tomará en sus brazos”. Ibíd., 317.

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