Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

110 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha Tenemos, hasta acá, algunos elementos para una comprensión de la dificultad de María en términos del trabajo que realiza su aparato psíquico. Pero esta historia está a medias. Hace falta introducir acá la segunda parte o, tal vez, la primera. La pregunta por el origen de la dificultad para conciliar el sueño nos conducirá a un tiempo singular. “Le ha costado dormir desde siempre. No ha dormido bien durante sus tres años”, señala la madre. Insisto en preguntarle por periodos en que María haya po- dido dormir mejor, más tranquila. La madre detiene su hablar ininterrumpido por unos instantes. Se queda en silencio, como pensando. María interrumpe su juego con los bloques de madera y mira a su madre muy atenta, como sorprendida de “es- cucharla en silencio”. Nos miramos con María y digo: “Parece que tu mamá recordó algo”. Entonces, la madre le señala a su hija: “No sé si tu papi recordará venir. Es muy olvidadizo”. Ante mi pregunta por el origen, la madre, en apariencia, no pudiendo respon- der, responde por medio de un recuerdo y piensa en su marido. Sin tener aparente relación, me llama la atención que el recordar a su marido afecte su manera ininte- rrumpida de hablar. Más tarde llega a la sesión el padre de María, alegre, haciendo bromas y con un teléfono celular constantemente en su mano, recibiendo varias lla- madas que a veces decide contestar y otras veces no. Se excusa diciendo que tiene mucho trabajo, que tuvo que salir de una reunión para venir a la sesión. María lo saluda con un salto y un abrazo. El padre se muestra atento a su hija, pero, al igual que la madre, sin poder referirse a ella, sin poder decir lo que le está pasando. Este primer encuentro termina y me quedo con la impresión de haber escuchado a unos padres que presentan dificultades para hablar sobre su hija, a pesar de estar consul- tando por ella. Es como si fuera suficiente enunciar que no duerme para dar cuenta de María. En tal sentido, al comienzo del trabajo, nos encontramos con una niña que no duerme y con unos padres que no pueden referirse a su hija, lo cual seguirá así por un buen tiempo. María está muy atenta a su madre: está sujeta a su presen- cia y a su ausencia, a sus desplazamientos en la sala de espera. Sólo puede permanecer en la sala donde trascurre la sesión por algunos instantes fugaces, sus posibilidades de mantenerse en sesión se interrumpen por constantes salidas a la sala de espera. Es como si sólo pudiera estar dentro de la sala a condición de estar permanentemente asegurándose de que su madre esté… ahí afuera. María comienza a dibujar en la hoja de papel conmovimientos que la desplazanmás allá de la hoja. Dibuja y señala: “Voy a mostrárselo a mi mamá”. De algún modo, su cuerpo se hacía lápiz y el espacio hoja. María dibujaba y se desplazaba una y otra vez. Sin comprender muy bien en qué estaba María, le decía: “Espera un poco, recuerda que en un rato más tu mamá va a entrar”. Por supuesto, estas intervenciones resbalaban. Dejé, entonces, de insistir en aquello y comenzamos a trabajar en sus constantes salidas y entradas, en sus idas y

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