Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Sueños de niños, recuerdos de padres / Marta González – 109 Sueños de niños, recuerdos de padres Marta González “¡Mamá, mamá, tengo una letra M en la boca!”, dice una niña de tres años al despertar, caminando hacia la pieza de sus padres. La madre, también despertando, sonríe y dice “Hija, estabas soñando”. Un sueño ha llegado a la organización psíquica de una niña. Un sueño que una ma- dre sanciona como tal, desde su función libidinizante sobre su hija. Tal vez recor- dando su propia capacidad de soñar, aquella madre puede proyectar esa posibilidad sobre su hija y, de ahí en adelante, es posible que esa hija pueda seguir soñando. De hecho, este sueño que ha llegado tiene una historia que le pertenece a una niña de tres años que no podía dormir. Recibo a María acompañada por su madre. María sonríe y parece contenta en este primer encuentro. La madre muy seria, con un andar pausado, toma asiento y habla de manera ininterrumpida de una variedad de temas (locomoción, clima, objetos de la consulta, su trabajo, etc.), menos de su hija. Mientras su madre habla, María toma unos bloques de madera y comienza a armar una plaza . “Yo voy a la plaza ahora, aquí está el columpio…” , señala María, sonriendo. Su madre la interrumpe y, sólo entonces, puede comenzar a hablar de su hija: “Eso es lo que le pasa, no puede olvidarse, sigue jugando en la noche. Se duerme y despierta a cada rato y habla de la plaza”. Desde que era bebé, María no ha podido dormir en forma continua. Su noche incluye una variedad de manifestaciones: un dormir interrumpido, despertar, llorar, reír, llamar a papá, tomar jugo, hablar de los juegos del día y desplazarse a la pieza de sus padres. Al parecer, su vida nocturna no ha encontrado aún los sueños: esos sueños guar- dianes del dormir. Los niños que sueñan no llegan tan pronto a la consulta. Mucho antes llegan los niños portadores de un frágil dormir, interrumpido, con una vida nocturna que se resiste a inhibir la motilidad, a abandonar y des-investir totalmente el mundo exterior. El dormir deMaría es interrumpido por las vivencias del día ante- rior. María no puede soñar con la plaza, es una y otra vez despertada por una vivencia que no logra inscribirse . El día de María, su vigilia, está en continuidad con su vida nocturna. Su dormir interrumpido da cuenta de la continuidad entre su dormir, que intenta ser sueño, y su despertar. Su pensamiento ha encontrado dificultades para transformarse en imágenes sensoriales y convertirse en un sueño que le permita seguir durmiendo.

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