Más comunidad más prevención: manual para gestión local de seguridad

Manual: Más Comunidad Más Prevención 85 Capítulo II. Optimizando la gestión local de la seguridad ciudadana que generan temor y riesgos en las personas. Esto afecta el desarrollo de acciones colectivas eficaces y disminuye la posibilidad de que la comunidad pueda apoyar las políticas de coproducción de seguridad ciudadana. Esto lo advierte Krause (2007) cuando señala que con frecuencia se mezcla el“deber ser”de las comunidades con la comunidad misma. Existe una tendencia entre los profesionales y las autoridades a referirse a las comunidades en función de su “estado ideal” y no de lo que “son” como consecuencia del desarrollo de su historia. Por esta razón, muchas veces la implementación de políticas públicas falla, ya que suponen comportamientos cotidianos que muchas veces no son los habituales entre los miembros de la comunidad: respeto mutuo, confianza en las instituciones y en los vecinos, cuidado y regulación mutua, autorregulación, cohesión, entre otros. Que estas prácticas de buena convivencia no sean frecuentes, no significa que sea imposible desarrollarlas promoviendo un aprendizaje colectivo de otras disposiciones, prácticas y formas de relación. En este sentido, identificar junto a los actores la existencia de factores protectores y de recursos a potenciar es una oportunidad poco explorada que podría mejorar las condiciones para trabajar con y desde la comunidad. Para esto, se debe tener presente lo señalado por Gabriel Salazar (1998 citado en Olga Segovia, 2007) en cuanto a “que el capital social «no se puede enseñar desde arriba ni construir por decreto», que es capital comunitario, auto producido por un grupo o una comunidad local; un potencial acumulado por sus propias acciones y experiencias, proveniente de la historia interna de los grupos y comunidades, más que de ninguna transmisión externa”. La importancia de involucrar a los distintos actores de la comunidad en el combate contra el crimen y la violen- cia es que la seguridad ciudadana no se centra exclusivamente en los mecanismos coercitivos, como las leyes y la vigilancia promulgadas y ejercidas por las autoridades, sino en la identificación y en el control de los factores de riesgo y la promoción de una buena convivencia y de factores protectores. Esto plantea la necesidad de anali- zar y fortalecer la cultura ciudadana que comparten los actores de una comunidad, que consiste en compren- der los comportamientos de los individuos y sus motivaciones para actuar en determinados contextos sociales y culturales en los cuales se desarrollan y validan los comportamientos ciudadanos frente a los problemáticos (Camacho, Chiappe, Murraín, & Delgado, 2012). Como factores motivadores de comportamientos problemáticos se consideran determinadas creencias, valores, objetivos, emociones, intereses y posiciones habituales, que hacen posibles comportamientos riesgosos, indi- cando un divorcio entre los tres sistemas regulatorios. Los parámetros morales (o personales), los parámetros culturales y las normas legales. La falta de cultura ciudadana se aproxima así a formas de pensar o de actuar cotidianamente que implican con- diciones de riesgo que pueden llevar a la gente a contravenir las normas en diferentes ámbitos o a incurrir en comportamientos inseguros para su vida o la de los demás (Camacho, Chiappe, Murraín, & Delgado, 2012, pág. 143). Los niveles de cultura ciudadana varían dentro de cada comunidad, siendo clave distinguir entre aquellos miem- bros de la comunidad que creen, promueven y desean relaciones sociales más democráticas y participativas y aquellos que se posicionan desde la apatía, el desinterés o sólo creen, y promueven soluciones coercitivas y de uso de la fuerza.

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