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parte humilde, en parte regocijado en su omnisciencia, en su poder espiritual

que posee y moldea contenidos de gran envergadura. En el edificar satisface

necesidades tanto intelectuales como estéticas. Puede encontrarse en él desde

la superficialidad del juego de palabras hasta la profundidad que en todo mo-

mento va tras lo esencial.

En el primer grupo (observadores) podríamos colocar a Heráclito y a Nietzs-

che; en el segundo (pensadores sustanciales), a Parménides, Platón y Kant;

en el tercero (el pensar vacío), a Zenón de Elea y quizá también a Spinoza; y,

finalmente, en el cuarto (receptividad ordenadora), a Aristóteles, Tomás de

Aquino y Hegel.

Consideraciones finales

El que haya que ver a la concepción de mundo tanto en su ensamblaje a partir

de los constituyentes de la diferenciada relación sujeto-objeto como a la vez de

su superación supone ver a esta

Weltanschauung

desde dentro y desde fuera

de ella, o, como decíamos, desde su inmanencia y desde su trascendencia. Esto

tiene además que ser así desde el momento que lo propio del ser humano es

ser inmanente y trascender a la vez, aludiendo ello al mismo tiempo a una po-

sible completud, a una formación integral y ser-sí-mismo del ser humano. Sólo

siendo inmanentes y parejamente trascendiendo la inmanencia, podemos com-

pletarnos y asumirnos como lo que potencialmente somos, llevándolo hasta sus

más elevadas posibilidades. Es patente que el pensamiento de Jaspers sobre el

cascarón

, el

Gehäuse

, está en directa relación con lo anterior. Se trata de cómo

necesitamos del cascarón que nos protege, cobija y ampara, y que por supuesto

es finito, semejando una casa o “casita”, como a lo que alude precisamente esta

palabra alemana: ‘Gehäuse’. Si está en juego aquí alguna forma de sostenerse

en la existencia, a lo que nuestro pensador llama simplemente ‘Halt’ (‘sostén’)

éste se expresa por de pronto como ‘sostén en lo finito’, vale decir, bajo el am-

paro del cascarón, que nos brinda protección con sus normas, leyes, creencias y

costumbres, que nos permiten por supuesto también socializarnos y formar una

comunidad. Pero, por la contraparte, está la posibilidad, ciertamente más difícil

y temeraria, de estar a ratos fuera del cascarón. En este caso ya no tenemos

garantía alguna de amparo o protección, estando más bien a la intemperie, y en

consecuencia sosteniéndonos más bien en lo infinito.