Palabra dicha: estudios sobre género, identidades, mestizaje

La vida y la muerte son artilugios de 1nujeres, así co1no el amor y la violencia su espacio de regocijo: "Nos reíamos por estar vivos y juntos y por mancharnos con la sangre de la penitencia recién pasada, de las heridas que la refriega de nuestros cuerpos abría de nuevo. Fue mi primera noche de ésas, la primera, antes de poner en palabras los que se dice mejor de piel a piel en silencio". De este modo, el personaje Quintrala de Mercedes Valdivieso, parece ser 1nás un desn1entido a la subordinación que una víctima de ella. El desmedro de la mujer es en la novela un asunto 1nás discursivo, más de las estructuras que del sujeto, de su cotidiano y de sus prácticas. Y no nos cabe duda que esto fue así en el pasado. En este sentido, la escritora parece querer develarnos una tradición femenina que la ' 'modernidad" ha transformado o que el discurso de esa modernidad ha condenado a un espacio vacío, de carencias. Mercedes Valdivieso así, transmuta elmito de la Quintrala sin alterar sus rasgos de heroína maldita, pero desplazando los códigos de su 1nalignidad a un s istema cultural que los admitía y más aún sin el cual, no podría ser lo que era. De este modo, el nuevo mito anula el malditismo y coloca a la Quintrala, en tanto representación de lo femenino en el limite del poder: poder de manejar lo sobrenatural y poder de la reproducción, como hemos dicho. Puede resultar extraño nombrar beroina a la Quintrala; pues ella bien puede semejar el revés de los héroes clásicos; sin embargo, suvida-la de la novela-atravesadapor la bastardía (entanto no blanca, en tanto criolla) debe ejecutar actos heroicos para lograr su legitimación (ser bruja). Por otro lado, la Quintrala como personaje central de un linaje de mujeres evidencia l a cornplejidad que adquirían -y adquieren- las relaciones entre los géneros en nuestro territorio mestizo. Lo masculino surge omnímodo en el plano de las instancias públicas (la Justicia, la Iglesia, el Ejército, etc.); pero débi l en la práctica. Esa debilidad es causada por lo fen1enino, que excéntrico a las instituciones, maneja un haz de fuerzas mágicas y naturales que tuerce su potestad. La 1nestiza aliada con la indígena -su sirvienta, la Tatamai- fonnulan un espacio gobernado por deidades tutelares y por ritos propiciatorios que rompen el orden. También el cuerpo, la seducción, el abrazo caliente de lo femenino son herrainientas de poder que anulan el imperio masculino y gueITero del Chile colonial. El precio que paga lamujer, por estaposiciónde dominio, es su soledad y la irnposibilidad de realización del amor: "Me apuré en sanar del hon1bre, yo no acogería los dolores que as istí en1ni tnadre y continúan enmi memoria. Se la ganai·ía al quebranto para quedar aliviada de eso. Las mujeres le agrandan al sentüniento lo que nos n1erman de otros lados". La ausencia del otro será llenada por el deseo trasgresor, incestuoso, que se vuelca en la 1nue1te como instante único de posesión. Por eso, Mercedes Valdivieso ha dado una nueva vuelta de tuerca al mito de la Quintrala, 72

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