Palabra dicha: estudios sobre género, identidades, mestizaje

to incesante que defu1e nuestros posiciona1uientos en la vida social. Por eso, sucede a veces quecuando lasmujeres latinoamericanas se apartan de la oralidad para acantonarse en la escritura, sus textos semejan un tejido y a la vez un desbordamiento, un derrame yun estallido que suscita nuevas relaciones entre las cosas; ello, porque justamente su tradición no está en las verdades altisonantes, sinoen esas verdades a n1edias que se111urmuran cotidianamente. Los textos esc1itos por latinoame1icanas, en su n1ayoría, se parecen a los cuadros producidos por los pintores mestizos del barroco colonial : todo parece estar en su lugar, pero en realidad lo norma l es sólo un pretexto para introduciruna luna, un arcaico sonido religioso, una huso, un rostro no blanco que interpela el estatuto de lo permitido. Así, procedimiento mestizo el de las mujieres que en esa tradición barroca - la única que parecen consagrarcomo tradición- vanconst1uyendo una sintáxis que especifica su género y su obra. Gesto de resistencia que agazapado en una memoria colectiva se hace carne en una producciónpaiticular. Se ha inquirido demasido sobre la existenciao nó de una escritura propiademujeres; n1as, poco se ha dicho acerca de la escritura de las 1nujeres latinoa1uericanas, de aquellas que, como hemos expresado, han pasado de lo oral a la textualidad. En nuestras pesquizas hemos encontrado que ese sustrato denso de poesía que intuía la Mistral, es casi una hermenéutica, un procedimiento de lectura aprendido de abuela a nieta, de madre a hija, de bisnieta a bisabuela. Claves de comprensión en donde tradición oral y tradición escrita, rito y palabra se han conjuntado para proponer una escritura de bordes, de sitios fronterizos. Precisamente, esos lugares son los que permiten que las aventuras, en el campo del saber, que emprenden las mujeres tengan la libertad de asociar y hermanar te01ias disímiles, y que sean, muchas veces, reflexiones sobre citas q¡ue otros han citado. Bordando, remendando, hilvanando, uniendo la voz propia con las voces de otros y otras, especificando el deseo de una alteridad no subordinada, los cauces fe1 1eninos del pensamiento latinoamericano se constitu- yen como la gran fuente desde donde emana ese deseo de desbordar. Sin embargo, la pregunta por la posibiliidad de una epistemología femenina y latino- americana se hace vigente y la interrogación sobre su pe1tinencia surge cada vez que nombramos esta singulaiidad. Estimo que su clave reside en la relación tensionada que tiene con los paradigmas universales. Del 1nismo1nodoen que los mestizos latinoamericanos se ocultan bajo un blanqueo mítico en donde el padre español aparece co1no el fundante del orden; el pensamiento femenino latinoamericano usurpa ciertas máscaras -no olvide1nos que todos, hombres y mujeres de este continente, somos culturalmente expertos en cosmética-, pero tras ellas, tras esas máscaras, las voces ladinas son audibles. El ladinismo supone primero la recitación de modelos, (el hablar con facilidad varias lenguas), la adopción de éstos y, en 193

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