Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile

63 MAURICIO BARRÍA Dramaturgo e investigador teatral. Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte de la U. de Chile. Profesor Asociado del DETUCH. Ganador de la Muestra de Dramaturgia Nacional en tres oportunidades. Entre sus trabajos recientes están De Luanda Lumbanga (2020) y AppRecuerdo, junto a Rimini Protokoll (2017). imagen, un fantasma, visita a esta actriz. El fan- tasma —el retorno de lo reprimido— termina por manifestarse cuando confiesa a su compa- ñera que ha sido víctima de una violación por parte del director, y que eso sucedió cuando la obra, con tablero vuelto, era exhibida en una prestigiosa sala teatral. El momento de la con- fesión genera una inflexión, un giro de la trama en 90 grados, y de ahí en adelante la cuestión se torna compleja: poco después, la productora confesará haber sido víctima del mismo hom- bre ante la mirada de la propia actriz. Si bastara con describir la anécdota literaria de un montaje, sería correcto decir que hasta ahí la referencia es directa. La actriz represen- ta una actriz que ha sido objeto de violación, sin embargo, el poder de esta obra reside en la misma operación del espacio: la oblicuidad de la enunciación, el permanente desvío de la mis- ma. En efecto, Coca Miranda propone un per- sonaje que está continuamente en un límite en- tre la parodia de la diva y la representación real de una mujer abusada. Lo que ahí ocurre no se lee en la superficie de la actuación, lo inquietan- te es eso que el texto hace emerger: la turbación desgarrada de una mujer que, tras haber sido violentada, se ha protegido mediante una en- marañada fantasía escénica que juega confundiendo la verdad de los hechos, haciéndolos pasar por sueños. La parodia no es transparente, en este caso, pues asoma desde su espalda la cicatriz sangrante de un re- cuerdo. En este sentido, el trabajo con la parodia alcanza un nivel de precisión y contención magníficos. No hay una palabra ni una escena que sobre, todo está dicho de forma aritmética. El juego de la repetición constante, el recurso del rodeo, la aparente inmovilidad de la trama que tiende a romperse cuando de tanto en tanto llama por celular el director, dan cuenta, a mi modo de ver, de lo que trata realmente La violación de una actriz de teatro . El juego de la culpa —reversión tan habitual en mujeres que han sufrido abusos— es instalado con suti- leza y evidencia al mismo tiempo. El personaje, desde su distancia paródica, tensiona esta escena de la confesión, que podría fácilmente caer en un sentimentalismo melo- dramático y compasivo, lo que desactivaría la denuncia. El texto y la puesta en escena, que son mutuamente indisociables, logran colocarnos en la zona indiscerni- ble de la verdad y la falsedad más absoluta que opera en ambos personajes. Juego de miradas, la violación como la escena primaria de estas mujeres que se debaten en- tre la doble urgencia de tramar una fantasía culposa para huir, y la necesidad de salir de ella para recons- tituirse en sujetos. Si bien la ficción nos sitúa en un supuesto camarín doméstico, estas actrices en realidad no están representando actrices, más bien son cuerpos que portan una problemática extensible a muchas otras mujeres. Un juego prismático de realidades que es lo que llamamos una dramaturgia de la oblicuidad, una estrategia de supervivencia. La obra trasunta una profunda reflexión sobre el dolor, no tanto al vinculado a la acción misma del abu- so, sino a la de la impotencia de reaccionar ante este. Pero ellas no son víctimas: Carla Zúñiga logra despla- zarlas de este lugar común a través de una parodia lúci- da. Estos cuerpos tratan durante una hora de entender por qué callaron, por qué replicaron la actitud cómpli- ce con su perpetrador ante el abuso de otras mujeres cometido por el mismo hombre. Cómo somos capaces de construir pequeños teatros mentales para autocon- vencernos de la verdad de una situación. Al final, la verdad brota, porque está inscrita en el cuerpo. No es posible huir de lo que nos ha pasado, pero tampoco el agresor queda impune para siempre. Aunque cubierta por todo un aparataje teatral, la verdad brota como un leve destello de luciérnaga. teatro La violación de una actriz de teatro Dirección: Javier Casanga Dramaturgia: Carla Zuñiga Elenco: Coca Miranda, Carla Gaete

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