Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile

Los desafíos para el nuevo gobierno A principios de octubre, el Observatorio del Libro y la Lectura de la Universidad de Chile, una instancia que también integra la Cámara Chilena del Libro y la Asocia- ción de Editores de Chile, lanzó una campaña que inter- pelaba a la candidata y los can- didatos presidenciales. “¿Qué piensa usted cuando considera a la cultura como un aspecto esencial en la construcción de ciudadanos críticos y partici- pativos? ¿Qué opina en temas como el IVA al libro o llegar al 1% del PIB destinado a la cul- tura? ¿Cómo piensa fortalecer el ecosistema del libro consi- derando el gasto y las políticas públicas? ¿Cómo se proyecta en su programa el derecho cul- tural y la participación ciuda- dana a la cultura, específicamente en el ámbito del libro y la lectura?”. Esas fueron algunas de las preguntas que esta iniciativa lanzó a quienes disputaban el sillón presidencial en la primera vuelta. ¿Cuáles son, a tu juicio, los puntos cruciales que de- bería considerar un plan presidencial que pretenda po- ner a la cultura en el centro de las decisiones? —Desde el Observatorio del Libro y la Lectura nos pa- recía muy importante poner a la cultura en un lugar más central en los desafíos futuros de Chile. Lamentablemente el tema cultural siempre ha sido de segundo o tercer orden en los debates y en las políticas públicas, y ahí creemos que se comete un gran error, porque no vamos a poder romper, por ejemplo, nuestra producción primaria a nivel econó- mico y dejar de ser un país extractivista si no potenciamos nuestras capacidades creativas. No vamos a poder mejorar la calidad de la educación realmente si no hay un cambio en los niveles de comprensión lectora. Si queremos tener una democracia participativa que no se resuma en marcar el voto una vez cada cierto tiempo, si queremos tener una democracia mucho más densa, los temas de la comprensión lectora y del desarrollo de nuestras capacidades culturales están al centro. Les escribimos a los candidatos y a la can- didata una carta donde planteamos una serie de medidas particulares en torno al libro y la lectura, pero también medidas para pensar la cultura de manera diferente, es decir, levantar una acción pública de carácter cultural que favorezca una acción mancomunada por sobre la lógica de competencia que ha dominado en los fondos concursables como política pública durante la posdictadura, una acción que realmente potencie una democratización cultural. ¿Qué se debe hacer para conseguir lo que planteas? —Se debe avanzar en una acción pública que enfrente la concentración. El mundo de la cultura, como lo plantea muy bien el sociólogo francés Pierre Bourdieu, vive de for- ma permanente en esta tensión de la lógica comercial y cul- tural, y lamentablemente ha dominado el neoliberalismo, la lógica comercial, y vemos cómo multinacionales en el libro, la música y el cine controlan la industria, y al final todo lo que se hace ahí es un negocio. No es que sean puras cosas malas, grandes obras salen de ahí, pero las tienen en ese espacio cuando es negocio. La cultura, para que circule y la gente pueda acceder a ella, para que pueda alimentar nuevas creaciones, no puede re- ducirse a que sea vendible o no vendible, negocio o no negocio. Todo se pone dentro de la ló- gica del negocio y se pierde la capacidad transformadora de la producción cultural. La lógica del negocio empieza a cambiar el fondo y en ese sentido los medios inciden sobre los fines, y eso es un tema peligroso. ¿Qué esperarías ver materializado en el programa cultural del nuevo gobierno? —Una acción cultural que enfrente la concentración, que potencie que los países del sur tengamos nuestra pro- pia producción y que sea diversa. Es fundamental que las políticas públicas generen equilibrio, y un gran ejemplo son las cuotas de pantalla para el cine, la música o la par- ticipación en las compras públicas, como se planteó en la anterior Política del Libro. Que haya presencia local y que no domine la presencia de afuera. Hay una serie de medidas que se le planteó a los candidatos. Una es que se comprometan con la Política Nacional del Libro, otra es que tengamos un IVA diferenciado, una demanda per- manente que no solo tiene un impacto económico, sino también simbólico: no es lo mismo un libro que un auto. Como decían las huelguistas a principios del siglo XX en Estados Unidos: “queremos pan, pero también rosas”, y la cultura expresa eso, ese espacio de las rosas. El Estado tie- ne que potenciar ese espacio y tratarlo de manera diferen- te a cualquier producto de consumo. Entre otras medidas está el tema de impulsar las prácticas lectoras de manera transversal en los más diversos espacios: en las bibliotecas públicas, en los lugares de trabajo, en los colegios. Eso no puede hacerse desde la obligación de la lectura, de los pla- nes, sino desde la idea de ir descubriendo, desarrollando nuestras sensibilidades. Para eso hay que hacer un cami- no, y ese camino tiene que apoyarlo el sector público. «Si queremos tener una democracia participativa que no se resuma en marcar el voto una vez cada cierto tiempo, los temas de la comprensión lectora y del desarrollo de nuestras capacidades culturales están al centro». 47

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