Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile

uando Judy Wajcman (1950) hacía su PhD en la Universidad de Cam- bridge durante los años 70, se interesó en el estudio del tiempo y sus usos. La efervescencia de la segunda ola del feminismo, el gran aumento de mujeres en la fuerza laboral y el apogeo del activismo sindical fue la combinación de factores que la llevó a notar que nadie se interesaba por las mujeres trabajadoras. “Era una joven feminista y en ese tiempo me interesaba cuánto tiempo gastaba la gente haciendo trabajo pagado y no pagado. Y cuánto de ello lo hacían particularmente madres y mujeres, y cuánto de este trabajo no pagado, además, afectaba sus carreras y sus posibilidades de trabajo remunerado”, explica hoy la académica a cargo de la Cátedra de Sociología Anthony Giddens en la London School of Economics and Political Science (LSE). Entre las preguntas que se hacía en esa época, cuenta, estaban si la tecnología podría fomentar el trabajo femenino y si los refrigeradores y lavadoras serían objetos que aportarían a la liberación de la mujer, como se planteaba desde la publicidad. Ahora estamos en 2021 y Judy Wajcman ha tenido una carrera prolífica en el campo de la investigación sociológica de la tecnología desde una perspectiva feminista. Es ella quien acuñó el concepto de “tecnofeminismo”, desarrollado en su libro del mismo nombre publicado en 2004 y en el que plantea, a grandes rasgos, que el hecho de que las mujeres no participaran históricamente en informática e ingeniería tuvo un impacto esencial en los produc- tos y el conocimiento que se produjeron en esas áreas. “Una de mis preocupaciones ha sido enfatizar cuánto la tecnología está moldeada por los procesos sociales. No es neutral, la desarro- llan personas con objetivos en mente. Por muchas décadas ha habido una demografía estrecha en el diseño de la tecnología. Hoy son ingenieros en Silicon Valley, en general jóvenes, hom- bres y blancos, y con la participación de programadores indios, pero sigue siendo algo muy específico. Esto no refleja a toda la población, y ellos diseñan las cosas. El mejor ejemplo es que es difícil usar teléfonos si eres viejo o no tienes buena vista”, advierte. Recomienda Invisible Women , de Caroline Criado-Pérez, un libro en el que la autora expone estudios que muestran cómo el mundo está construido por y para los hombres. “Ella explica, por ejemplo, que los cintu- rones de seguridad siempre eran probados en hombres, entonces mujeres embarazadas o mujeres pequeñas no podían usarlos bien. Hay muchas formas en las que se demuestra que necesitamos diversidad en el diseño. Mi foco siempre ha sido el género. Ahora estoy interesada en cómo los algoritmos encarnan estas parcialidades”, dice la socióloga, quien también es investigadora asociada del Oxford Internet Institute. “En la década del 70 se decía —y todavía se dice— que las máquinas y la automati- zación eliminarían el trabajo doméstico. Que la respuesta a la división doméstica del tra- bajo no sería que los hombres compartieran la carga, sino que las máquinas lo hicieran”, cuenta Wajcman, y reconoce que podría hablar horas solo sobre tecnología y su relación con el tiempo dedicado al trabajo doméstico. “Creo que tiene que ver en parte con cómo definimos lo que es el trabajo doméstico y que algunas tareas puedan ser automatizadas y otras no. Pienso en el trabajo de cuidados, por ejemplo”. Y agrega: “También está el he- cho de que los hombres han aumentado su cantidad de trabajo en el hogar, pero mucho de eso tiene que ver con ser padre y pasar tiempo con los hijos en vez de hacer cosas más mundanas como limpiar el baño. Es una foto complicada en términos de deconstruir los elementos varios del trabajo doméstico y del trabajo de cuidados”. Foto: London School of Economics and Political Science ENTREVISTA 31

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