Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile

libros ñas/nubes sobre cumbres punzantes/ es posible ver veleros amarillos/ adolescentes a la rastra en trajes de baño/ por un motor que deja migajas sobre las olas/ niños que juegan pulcros sobre la arena/ que construyen canales para que pase el mar/ hombres que venden y hombres que compran/ masas dulces y fritas a mil pesos” (23). Esta suerte de enumera- ción caótica tiene más de un sentido. El principal de ellos es incitar a ver lo que está ahí, a la mano, lo cotidiano, que no posee características parti- culares, pero que bajo una percepción estética se convierte en una puerta de entrada que permite transitar, fragmentariamente, hacia una zona de vida: “el mundo se puede acabar y aun así/ pode- mos sentir que el cielo es una lengua/ abierta como una excavación/ o un agujero de luz egoísta/ que nos lastima la cara” (ibíd.). El fin del mundo sur- ge acompañado de otra certeza: la naturaleza o el paisaje natural es una escritura “abierta”, una suer- te de contenedor, dispuesto para quien se atreva a entablar un diálogo. La desmitificación de las plantas es un aconte- cimiento importante en esta escritura: “Las plantas suelen ser rivales en la/ búsqueda de luz. Invierten energía/ para que sus tallos crezcan, miden la/ ca- lidad y dirección del sol […] Solo si son familia / res comparten nutrientes. La misma/ ambición las une” (27). Esta reversa del mito se materializa en una vinculación con el ser humano, quien también actúa mediante rivalidades y comunidades afines en virtud de sobrevivir. La voz lírica acompaña a las plantas en un es- tilo indirecto libre, lo que implica que no hablen por sí mismas, sino que requieran de una figura mediadora. Esta voz configura tanto el proceso de fecundación como el efecto de placer involucrado en esta práctica. Los versos nos aproximan a un proceso biológico que culmina en el goce, expe- Teoría del polen Victoria Ramírez Provincianos Editores, 2022 60 páginas PATRICIA ESPINOSA Crítica literaria y académica del Instituto de Estética de la Universidad Católica de Chile. riencia que refuerza la condición de sensitividad que poseerían las plantas. Es por lo anterior que Teoría del polen impone un desafío enorme a la mirada antropocentrista. Como lectorxs, somos arrastradxs hacia un límite cuya supe- ración exigiría nuevas herramientas, nuevas posibili- dades; más aun, el mismo libro parece estar inmerso en la tragedia dada por un pensamiento que solo nos permite apenas vislumbrar una salida. Pero lo más importante no radica ahí, sino en cómo este se desliza hacia una zona impensada, hacia una idea que el ra- cionalismo rechaza: el goce sexual de las plantas. Así, el placer se desplaza, se expande, rompiendo la exclu- sividad de su acontecer solo al reino animal, donde ha sido localizado por la mirada antropocéntrica. La convivencia con la ruina vegetal y animal se ha vuelto común, pero la poeta insiste: “el mundo se puede acabar y aun así/podemos sentir el aire de alga marina/ la mezcla de sal roja que inunda/ archi- piélagos o ciénagas o ensenadas/ mientras crecen allí nuevos vertebrados/ mamíferos fuertes como ornito- rrincos / que gestan huevos y cruzan millas/ con hijos encaramados en la espalda” (40). Ramírez explora un universo material a partir de una poesía que va desde el simbolismo oscuro hacia el ámbito crítico explícito, concreto, abierto a todo tipo de lectorxs. Su mensaje, esperanzador o utópico, nos incita a revertir la debacle: “[aún] es posible dar la vida por una idea/ decir las cosas tal cual suenan” (54). Esto implica, finalmente, dejar atrás un estilo de escritura poética en clave, solo para letradxs, buscando retomar la función socio-crítica de la poesía. Modalidad que, como bien sabemos, la poesía chilena ha abandonado desde hace mucho. 51

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