Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile

en amenazas; y en instancias de alta incertidumbre, donde, a falta de respuestas basadas en hechos o en la ciencia, las ex- plicaciones causales se nutren de ficción, como hemos visto durante la pandemia del covid-19. Consideremos el escenario que Chile enfrenta en la ac- tualidad. Tenemos una decisión binaria: un Apruebo o un Rechazo, sin los matices que algunos piden y otros prometen sin garantías. Es decir, desaparecen los términos medios, y cuando el esquema político se divide entre dos opciones, se generan enfrentamientos tribales a nivel discursivo. Hay que considerar que la creación de enemigos y fantasmas que su- puestamente ponen en peligro la armonía y la subsistencia de una comunidad son herramientas de control y coerción. Es el recurso que utilizan madres y padres acudiendo al cuco para disciplinar a sus hijos, u ofreciendo esplendores futuros —como los regalos del Viejo Pascuero— para asegurar un buen comportamiento. La lucha no es solo por ganar la elección, sino por quién tendrá más legitimidad en la negociación posterior en torno a los temas que el texto constitucional ha puesto en la agenda pública. Es decir, la intención de desinformar se manifiesta ante la urgencia por no perder poder, por tener un margen de control, obtener o retener estatus, y reunir lealtades que per- mitan ejecutar planes en función de una agenda. Lo anterior da cuenta de un componente estructural para el desarrollo de la desinformación: la división de las confianzas dentro de una sociedad. Esto está ligado también a la desconfianza en las instituciones encargadas de proveer la información oficial, como los gobiernos, el periodismo y, en este caso, la misma Convención Constitucional, cuyos canales institucionales de comunicación hacia la ciudadanía han sido deficientes. Tras el fin del proceso, con convencionales llamando a rechazar, se hace patente por qué no se logró generar una comunicación transversal desde la misma entidad. El déficit informativo deja un flanco abierto para las omisiones, exageraciones y, sobre todo, interpretaciones tendenciosas sobre el texto, lo que en gran medida ha sido propiciado por actores políticos y líderes de opinión. Sin embargo, las cifras sobre la cantidad de personas que han adquirido la edición impresa de la propuesta de constitución muestran a una población con la necesidad y la motivación de informarse para tomar una decisión responsable. Para entender cómo funciona la desinformación, hay que considerar lo difícil que es identificar la intencionalidad de quien produce el material, lo que se confunde con quienes la pueden compartir o propagar pensando que es real. Es en este nivel donde se vuelve más complejo trazar responsabili- dades, porque si bien puede haber mala intención, la igno- rancia respecto de un tema —sumado a que se confirme un prejuicio— puede llevar a creerla y difundirla. En general, la desinformación que tiene más potencial de compartirse es la que contiene algún elemento de realidad distorsionada, o la que conduce a hacer una correlación errónea entre una idea preconcebida y una consecuencia. Se ha estudiado que la desinformación tiene muchas más posibilidades de gene- ENRIQUE NÚÑEZ MUSSA Periodista de la Universidad Católica y Magíster en Periodismo de las universidades de Aarhus y de Hamburgo. Estudia un Ph.D. en Información y Medios en Michigan State University y está afiliado al Center for Latinx Digital Media de Northwestern University. Investiga sobre estudios del periodismo y comunicación política. rar algún impacto en la confirmación de creencias previas y prejuicios, que de convencer de algo nuevo. Lo anterior explica por qué no se resuelve sancionán- dola legalmente. Un mensaje se puede originar con la in- tención de desinformar, pero una persona que confía en el contenido y lo propaga de forma análoga o digital puede estar al mismo tiempo siendo víctima y cómplice. Además, requiere la existencia de un árbitro sobre la verdad, rol que corre el riesgo de invalidar relatos poco convenientes para quienes administran el poder, en lugar de medir los hechos que componen un mensaje. Las plataformas sociales online facilitan que el contenido se amplifique, sin embargo, atribuir el fenómeno de la desin- formación al potencial de estos espacios digitales es una sim- plificación, ya que los estudios recientes han demostrado que tienen un efecto acotado. Las soluciones se vislumbran sobre todo en la estructura social, en el fortalecimiento del pensa- miento crítico y cívico, en la construcción de la confianza institucional, en priorizar la evidencia por sobre las emocio- nes y, a la vez, en aprender a convivir y dialogar dentro de todo tipo de entornos informativos, incluyendo los digitales. Al abordar un tema que involucra una toma de deci- siones, como es el caso de la nueva Constitución, es funda- mental estar al tanto de los niveles de experticia de quienes se manifiestan al respecto y tener especial cuidado al decidir quiénes son considerados líderes de opinión. También hay que tener en cuenta la poca disposición a corregir o con- tradecir a esas “voces autorizadas”, en especial cuando se es parte de una comunidad a la que se desea pertenecer. En este caso, esto es particularmente complejo, porque estamos ante un texto cuya aplicación está llena de grises, pero cuya aceptación requiere de un blanco y un negro: Apruebo o Re- chazo. El contenido que desinforma, basado en aterrorizar o ilusionar sobre los desenlaces posibles de una u otra opción, termina convirtiéndose en un bestiario, en un catálogo de deseos que desnuda los temores e ideas preconcebidas que caracterizan a uno u otro sector. Frente a un texto que algunos de sus propios autores no apoyan, es el libro en sí el que pesa como autoridad. Esto, también porque las lecturas que tanto el Apruebo como el Rechazo hacen de la propuesta hablan más de la agenda de los emisores que del contenido mismo. De ahí que sea nece- sario centrarse más en la información que en la desinforma- ción; y en este escenario, las campañas debiesen ser clarifi- cadoras y no persuasivas. Evidentemente, eso sería pecar de inocencia. Lo que nos queda hacer como ciudadanía, enton- ces, es leer, conversar, preguntar, comparar interpretaciones y volver a leer. En un mundo en que quienes desinforman nos suponen débiles, es lo único que nos hará fuertes. 25

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