Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile

POR JENNIFER ABATE C. 52 M arco Avilés (Abancay, 1978) reside hoy en Estados Unidos, donde cursa un doctora- do en Estudios Hispanos en la Universidad de Pennsylvania, pero durante toda su vida profesional ha estado íntimamente vin- culado a la historia pública peruana. Consultor en temas de racismo, equidad y comunicación, dirigió la prestigiosa revista de periodismo narrativo Etiqueta Negra entre 2006 y 2010, fue editor de la revista Cosas y ha colaborado en medios como The Washington Post , Gatopardo , El País Sem- anal y The New York Times . El autor de los libros No soy tu cholo (2017), De dónde venimos los cholos (2016) y Día de visita (2012) analiza los resultados de la ajustada elección presidencial de su país (que al cierre de esta edición sigue bajo el escrutinio del Jurado Nacional de Elecciones), en la que Pedro Castillo se impuso sobre Keiko Fujimori por un poco más de 44 mil votos, pero, sobre todo, ahonda en la discriminación que a su juicio visibilizó este proceso. ¿Qué tanto escaló la tensión en la vida cotidiana de los peruanos luego de una elección con resultados tan apretados? —En 2016 tuvimos una segunda vuelta bastante parecida, cuando el candidato ganador [Pedro Pablo] Kuczynski ganó por 40 mil votos a Keiko Fujimori, pero en ese momento ambos eran candidatos de derecha, entonces no hubo una polarización como la que estamos viendo ahora, en que lo que tenemos es el fujimorismo, que está aglutinando a todas las fuerzas políticas de la derecha, versus un candidato de izquierda, una izquierda bastante conservadora en cuanto a derechos de las comunidades LGBTI, pero una izquierda de un partido de los Andes. El candidato Castillo es un campesino, una persona arraigada en su comunidad, alguien a quien, en el lenguaje cotidiano del Perú, se calificaría de manera despectiva como un indio, un cholo. Lo que ha pasado en las familias y grupos de amigos es como una batalla campal. Por ejemplo, había grupos de WhatsApp, grupos de amigos, colegas, donde la gente terminaba insultando, y quienes iban a votar por Castillo eran calificados como comunistas o terroristas, mientras que los que iban a votar por Fujimori aparecían como corruptos o defensores de la derecha bruta. En el caso de mi familia, por ejemplo, tenemos un chat familiar donde compartimos parientes de todas las ideas y llegamos a un acuerdo de paz: “mejor no hablemos de política y de esa manera no terminamos peleando”. En Perú los votos se distribuyeron muy marcadamente de acuerdo al sector geográfico y la clase social. Los datos dicen que un 88% de los residentes de San Isidro, el barrio más rico de la capital, votó por Fujimori, mientras que en la región andina más pobre de Perú, Huancavelica, el 85% apoyó a Castillo. ¿Cuál es tu análisis de esa composición de la votación? —Por un lado, hay un componente ideológico, sin duda: los sectores andinos son zonas donde se ha apoyado continuamente a proyectos de izquierda. El Perú es un país que se piensa a sí mismo como exportador de materias primas. Lo que ese modelo plantea es que, en las zonas andinas, de donde se sacan los recursos naturales, se continúe con ese modelo que retorna dinero a esas zonas con una retribución que siempre pasa por Lima, un centro muy alejado de esas comunidades. Lo que la gente en esos lugares ha manifestado es un hartazgo por ese modelo, de un capitalismo ultra, ultracentralista, que beneficia principalmente a los sectores acomodados de la ciudad. En Lima son cuatro, cinco o seis distritos en los que uno puede ver claramente esta bonanza en los edificios, parques, restaurantes, el boom de la gastronomía; los restaurantes que todo el mundo quiere conocer en el Perú están concentrados solamente allí. Entonces hay un rechazo a este modelo económico. Castillo encarna a ese sector del Perú absolutamente marginalizado de manera sistemática y estructural, que es el peruano y peruana campesino, indígena. En Perú, como en otros países, la élite, la clase política, es bastante blanca, mestiza y urbana. Eso y “no el idioma ni el fútbol” es lo que nos define, opina el escritor y editor, quien ha estado a la cabeza de importantes medios de comunicación en su país —entre ellos, la revista Etiqueta Negra — y conoce de primera fuente los avatares de la vida política peruana. Sin embargo, lo que más le preocupa por estos días no es el resultado largamente disputado de las elecciones presidenciales, sino el racismo que a su juicio se desató sin control en la campaña, uno de raíces atávicas que se expanden a lo largo de toda América Latina.

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