Palabra Pública N°20 2021 - Universidad de Chile

rrollo de cada persona sin distinciones de género. En estas islas, la riqueza cultural se ha mantenido en la voz de las mujeres, que en corro y a pesar de todos los pesares, conti- núan un relato complejo, denso, repleto de una humanidad que nos hace mucha falta. En el nuevo país, se dejará clara una forma de desarrollo que no fomente la competencia y el individualismo. Que considere la recomposición del tejido social desde el trato de las personas hasta el lenguaje para referirse a ellas, desde las instituciones, desde el Estado, desde los medios de comunicación, desde todo el aparato informa- tivo. En la Carta Funda- mental se abandonará la nomenclatura económi- ca para hablar de nuestro desarrollo cultural: in- dustrias culturales / con- sumo cultural / mercado / mercancía para referirse a las obras y personas. Todo empieza y termina en el len- guaje, por eso, como dice Adriana Valdés, la Constitución debe estar escrita en forma bella, que podamos memorizar algunas partes, que la pueda leer un niño. Ese mismo niño que soñaba Mistral, nutrido de clásicos aunque no los en- tienda a cabalidad, pero puestos a su alcance desde el prin- cipio, le permitirá asomarse a los misterios de la realidad abierto de mente, fundido en ella. Tenemos la posibilidad de soñar un Chile que nos aco- ja, que abra sus profundas capas vivas y que guarde la fra- gancia de lo que ha sido en distintas épocas. Que es capaz de transformarse sin dejar sus maravillas atrás. Y a propósito de la creación artística, recuerdo haberme conmovido con una escena de película: la cámara seguía los pormenores de una presentación privada de una cantante de ópera muy reputada. Mientras ella sacaba de sí el dolor del texto y elevaba su esfuezo vocal dejando su pasión a vis- ta de todos, los presentes hablaban en voz baja entre ellos, algunos salían, otros entraban; en la trama de sus vidas no se percibía ninguna variación. Antes habían discutido in- cluso si la artista debía comer en la cocina con los sirvientes o en la mesa con los invitados. Ese lugar del artista como un adorno o recurso suntua- rio para consumo de una elite limita otras formas de enten- der el papel del arte en nuestro espacio cultural. Sueño más bien con un país que contemple todas las expresiones artís- ticas como parte esencial de la convivencia ciudadana. Para quienes nos formamos en tiempo de dictadura, el quehacer artístico está ligado a la vida de la comunidad, al devenir his- tórico. En contraste con la imagen de la cantante ignorada, recuerdo otro espacio también difícil para la presentación ar- tística: las peñas, que se convirtieron en lugar de encuentro y espacio de resistencia en la década de los 80. También allí había ruido y era un desafío hacerse oír, pero la diferencia está en la profunda unión que se producía en torno a las pala- bras que solían elevarse por sobre las conversaciones y quedar reverberando en los espíritus de todos. Se fundían y alimen- taban algo mayor que las voces individuales. Olga Torkaczuk, en su discurso de acepta- ción del Premio Nobel, critica la literatura del yo. Aún cuando los li- bros son una enorme plaza donde todos pue- den contar su destino, se han acabado convirtien- do en “un coro de solis- tas, voces ahogándose unas a otras: nos falta la parábola”. El nuevo pacto social nos debería garantizar la libertad de buscar esa parábola. Sueño un país donde la cultura es un derecho esencial y el arte un pan que debe estar en todas las mesas. Siento mucho la muerte de la señora Olivia, ella era un vínculo esencial con la cultura de las islas que, por cierto, no es una sola. Su voz y sus afanes eran necesarios para seguir el hilo de la narración completa de quiénes somos y quiénes quisiéramos ser. Insisto en la microhistoria que tanto nos cuesta ver a veces, porque considero que su latido es imprescindible en el país que queremos pensar. Precisa- mente se trata de convocar a todas y todos, que nadie sienta que no pertenece o no tiene un lugar. Imagino la nueva Constitución conteniendo una enorme pluralidad de voces y formas de vivir. Sueño con decir a mis nietos: armaremos otras ciuda- des, ya lo verás. Reconstruir, refundar, rearmar, son las palabras del futuro. “Sueño un país donde la cultura es un derecho esencial y el arte, un pan que debe estar en todas las mesas”. ROSABETTY MUÑOZ Poeta y profesora. Es autora de más de una decena de libros, entre ellos, la antología Misión circular (Lumen, 2020). Ha recibido los premios Pablo Neruda, Manuel Montt y Altazor. 50

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