Palabra Pública N°20 2021 - Universidad de Chile

siempre había una nueva víctima a quien ofrecerle la temporada y que sus funciones fueron bastante en- cendidas. Joseph Beuys, el artista alemán, decía que la provocación siempre da vida a algo. ¿Te propones remecer al público, sacarlo de su quietud? No contesto yo, contesta Pasolini, que lo dijo antes de manera insuperable: “Escandalizar es un derecho. Y escandalizarse, un placer.” La escritura y el teatro deben sacarnos de nuestra zona de comodidad. Si no, ¿qué sen- tido tiene? Tanto para disfrutarlo como para ejercerlo, la comodidad es profundamente aburrida. Por otra parte, tener siempre una nueva víctima a quien dedicarle la obra nos producía una enorme tristeza. Una tristeza, hay que decirlo, que encendía nuestra rabia —y la del público— como bencina. —Con tus trabajos, por ejemplo la novela Weicha- fe o las obras Noche mapuche , El taller o Liceo de niñas has construido una contrahistoria de la historia ofi- cial. ¿Podría decirse que es eso lo que te has propuesto? Lo divertido es que ni siquiera es una contrahistoria. Son hechos de lo más objetivos. Cuando la Nona o yo po- nemos materiales documentales, son de dominio público. A veces el orden los ilumina, como una buena hoguera. En Noche mapuche contamos historias de abuso al pueblo ma- puche, a los nativoamericanos, a los afroamericanos. Na- rramos el asesinato de Matías Catrileo. Cuando al final se narra el asalto a la casa de los Luchsinger la gente se espanta —se escandaliza— por esa violencia. Ni siquiera tomamos partido. Lo que es impresionante es que, luego de una hora y media, NADIE se escandalice por la otra violencia que hemos narrado. Tal vez por eso queda resonando tan fuerte la última frase de la obra: traigan los bidones . —La dictadura aparece en varias obras, como El talle r y Liceo de niñas . ¿Por qué te interesa insistir en esos pasajes incómodos de la historia y la memoria? El taller y Liceo de niñas son textos de la Nona que yo dirigí. Corresponden a su imaginario, que compartimos en nuestra compañía. En ambos textos y puestas, tal como en Noche mapuche , recurrimos a yuxtaponer épocas. Hablar del pasado para hablar del presente. Cuando los tiempos se superponen, hay cosas de nuestra actualidad que pode- mos entender mejor. Y que nos escandalizan. Ahora cito a Faulkner (porque su frase, también, es insuperable): “El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es pasado.” —Cuando Arturo Fontaine publicó un texto en Le- tras Libres sobre el estallido en el que, entre otras co- sas, sugería influencia de Maduro en las movilizacio- nes, tú convocaste a los escritores a dar cuenta de ese momento histórico. “Escribamos lo que vemos en la calle, en nuestras casas”, dijiste. ¿Crees que el estallido se ha visto lo suficientemente reflejado en la literatura y el teatro recientes? Creo que es pronto. Pero creo que hay que escribir, montar, expresar. Huyamos de los lugares comunes, por favor. Pero no dejemos que esta pólvora se apague. Ya ha- brá tiempo para reflexiones maduradas (y a veces aneste- siadas, como suele suceder). El tiempo precioso de esta escritura al fragor de los acontecimientos no va a volver. Lo que no escribamos ahora se va a perder para siempre. —¿Cuáles son tus planes para este año? Teatro y literatura, como siempre. Insisto porque si no me aburro. Insisto aunque nadie me lea. Insisto aunque el teatro que quiero hacer —con la sala llena y el público muy cerca— suene —ahora— como de ciencia ficción. El taller (2012). Noche mapuche (2017). Maglio Pérez GAM 43

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