Palabra Pública N°19 2020 - Universidad de Chile

En un contexto en que todas nuestras dinámicas sociales se han transformado a raíz del impacto de la pandemia del Covid-19, la Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, antropóloga, académica de la Universidad de Chile, escritora, creadora del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género y autora de libros como Madres y huachos: alegorías del mestizaje chileno; Mitos de Chile. Diccionario de seres, magias y encantos ; y La olla deleitosa . Cocinas mestizas de Chile , se mete ahí mismo, a la cocina, espacio central de la pandemia, y describe con cuidado los ingredientes que conforman el caldo de un Chile pandémico y crispado en el espacio público, pero en proceso de reencuentro con sus raíces en la esfera privada. —Uno de sus temas de estudio ha sido la desigualdad que enfrentan las mujeres, que con la pandemia se ha visibilizado a partir de la violen- cia física a la que están expuestas en el confinamiento y la enorme carga que representa el cuidado de niños y ancianos, que recae de manera casi exclusiva sobre ellas. ¿Cree que esta toma de conciencia puede llevarnos a modificar esas conductas o com- batirlas en el futuro? En este minuto, toda la vida pú- blica se desplazó al mundo privado, esto quiere decir que el trabajo pro- ductivo, las relaciones sociales, etcéte- ra, todo se traslada hasta este espacio interior, casa, hogar. Esa condensa- ción trae una serie de cuestiones muy complejas porque, primero, tienes que hacer una negociación constante de la vida cotidiana. Y esa negociación constante tiene que ver con el diálogo conflictivo o no entre generaciones y géneros, o sea, las relaciones sociales de género y poder en este minuto se ven tensionadas al máximo y eso es una primera cuestión. La pregunta que tendríamos que hacernos es si esta renegociación constante que te- nemos que hacer hoy de la división sexual del trabajo doméstico va a pro- vocar un cambio o va a profundizar la violencia o esta separación tan tajante de qué trabajos hacen los hombres y qué trabajos hacen las mujeres. Lo otro que es fundamental es el hecho de que las mujeres llevábamos siempre la doble o triple jornada cuan- do estábamos en situación de no pan- demia y ahora esto se agrava. Tienes todo condensado en un mismo espa- cio, porque si antes, en el trayecto de la micro, del Metro, tenías un espacio de intimidad para pensar, mirar otras co- sas, tomar aire, ese espacio desapareció; vives la misma doble y triple jornada y no gozas de ese espacio de descanso. Fi- nalmente, está el tema de la violencia. Muchas veces los arreglos entre hom- bres y mujeres son arreglos para que el hombre salga, que no esté durante el día. Cada uno hace su vida y regresa [al hogar], pero cuando estás todo el día, los conflictos se agravan. Estamos ex- puestas a esos tres niveles que para las mujeres son bastante lamentables, hay que tomar conciencia de ello. —Con la pandemia volvió a surgir la palabra hambre y las ollas comunes, que nuevamente alimen- tan a quienes tienen esa necesidad. ¿Cómo pueden coexistir alimenta- ción y tradición, un tema que usted ha estudiado, en un contexto como el de emergencia en el que estamos viviendo actualmente? Tenemos que pensar que vivimos una interrupción de la vida cotidiana desde octubre, hemos vivido una crisis muy fuerte donde se develan todas las desigualdades y crisis institucionales que nuestro país estaba viviendo. Ahí empecé a darme cuenta del tema de la cacerola, que lo he trabajado en otros lados, la cacerola como símbolo feme- nino que sale de la cocina a la calle y que está demandando una cuestión muy profunda, que tiene que ver con los cambios en las relaciones de género, la división sexual doméstica, toda esta protesta que se expresa con las cacero- las. En las mismas protestas empiezan a aparecer grupos de mujeres que co- cinan para los manifestantes. Y esas co- cinas son interesantes porque reflejan lo que son estas tradiciones culinarias POR JENNIFER ABATE C. 57

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