Palabra Pública N°17 2020 - Universidad de Chile

POR ANA HARCHA CORTÉS podemos formar parte activando nuestras respons-habilities (Haraway), que sería algo así como: responder con nuestras habilidades. I. Comprender mejor la vida de un hámster Bajo al espacio común de mi edificio a moverme un poco. Pertenezco a ese grupo de per- sonas que hoy, en este país del Tercer Mundo, puede trabajar desde casa, a través de un com- putador, ocho, nueve o más horas diarias. El teletrabajo es adictivo. Consigue disciplinarnos como no sabíamos que podíamos disciplinarnos en un escritorio, frente a un computador. Es bio-psico-hormono político el ejercicio de este poder. Está transformando condiciones y consciencias sobre nuestra relación con el trabajo a nivel personal, pero, evidentemente, también a nivel sistémico. La paranoia de ser parte de un macabro experimento se apodera de mis pensamientos. Qué útil a ciertos poderes cada cuerpo individualizado frente a una pantalla, intentando conexiones virtuales. Dispuestos a entregar todos los datos almacenados en nuestros segundos cerebros –los computadores- con tal de poder establecer una reunión. Bajo al espacio común de mi edificio a correr un poco. Necesito salir de estos pensa- mientos. Pienso en un hámster doméstico. En todas las veces en que pensé que no enten- día para qué daban vueltas en una rueda que no los transportaba a ninguna parte. Hoy mi vida se parece a la de un hámster y entiendo por qué se meten a la rueda a dar vueltas en el mismo lugar, sin desplazarse. Ambos necesitamos movernos, activar el movimien- to en nuestros cuerpos para sentir que este actúa en toda su potencia. Aunque estemos encerrados. Pienso en el movimiento como forma de supervivencia. En el movimiento como campo de batalla. Recuerdo los meses precedentes, embriagados de colectividad, en las calles. Discutiendo, asambleístas, marchantes, danzantes, protestando, actuando, performativizando , caceroleando, proponiendo un deseo de país desde un movimiento político social extraordinario que realizó gestos colectivos extraordinarios. Que en estos momentos está contenido y reprimido en casas, departamentos y cárceles. Subrayo: contenido, reprimido; no detenido. Tengo el privilegio también de participar de la transformación de sus modos de acción y relación. La revuelta tiene en el horizonte la recuperación de la plaza. La re- cuperación de lo público. La defensa de lo público. Anhelo ese horizonte y, al mismo tiempo, intuyo el despliegue de una enorme política de represión sobre los cuerpos colectivizados. Carne y cañón, carne y perdigones, carne y rejas, carne y cámara, carne y chips, carne y control. Corro otra vez de un lado a otro del patio. La incertidumbre otra vez. Las cosas suceden con . En relación a: un bichito, un gobierno, un espacio, un territorio, una ciudad. El espacio no mide de modo fijo, mide respecto del acuerdo que se establece para su habitación. Se expande y se contrae según una necesidad, según un ejercicio del poder; del biopoder; hoy, del bichopoder. ¿Cómo será la vida en esta tierra herida? II. Las zonas prohibidas Vuelvo a Chernóbil. Siento una especie de inexplicable extraño alivio al ver documenta- les sobre Chernóbil. Una especie de pensamiento vinculado a que muchas cosas terribles han pasado en la historia de la humanidad, a que esto no es lo peor, estas cosas pasan. Pasan para recordarnos que hay dolor en esta tierra herida. Que hubo dolor. Que está habiendo dolor. Que habrá dolor. Que venir a la vida es venir a la muerte. Somos finitos, vulnerables, deca- dentes, mortales. Una cuestión de la que somos conscientes en ciertos momentos de nuestra experiencia singular, pero de la que ahora estamos siendo conscientes de forma colectiva, pla- netaria. Nos sucederán cuestiones extraordinarias como generación y habrá sobrevivientes. Maremotos de restablecimiento de equilibrios entre todas las fuerzas de estar aquí. Cuando era pequeña, 1986, 10 años, Pitrufkén, identificaba tres grandes miedos colectivos: el miedo al terrorismo de Estado; el miedo a una guerra nuclear; el miedo a la invasión extraterrestre. El primer miedo ha vuelto a emerger; el tercero sólo parece pervivir en la esposa de nuestro 66

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