Palabra Pública N°17 2020 - Universidad de Chile

E l asombro por lo ocurrido con esta crisis sanitaria mun- dial ha sido casi tan enorme como el universo de reflexio- nes y tesis acerca de su sig- nificado, causas, consecuen- cias. Reflexiones que han poblado los diarios y los medios digitales, que, sumadas a un tiempo nacido del encierro en el que hemos tenido días para leer estas ideas, han ampli- ficado su efecto. Pienso, modestamente, que antes de las tesis y los diagnósticos un poco acalorados que declaran desde la muerte de la China comunista hasta la muerte del capita- lismo o la llegada de un nuevo holocausto del siglo XXI, es necesario recordar eso que decía Hannah Arendt: la compresión previa, que busca domesticar el acontecimiento histórico nuevo, no es nunca toda la comprensión, sino sólo el punto de partida. En el caso de los filósofos y pensadores de la cultura, hay esfuerzos disímiles que vale la pena mirar. Algunos de ellos se reúnen en Sopa de Wu- han (2020), libro en el que encuentran lugar algunas impresiones, de distinta densidad y alcance, de autores como Slavoj Žižek, Byung Chul-Han, Judith Butler y David Harvey, entre otros. Me impresiona el libro por la prontitud de las tesis, la seguridad de los diagnósticos, la radicalidad de las lecturas y conclusiones que sacan. No me siento muy cercana a esta filosofía comentarista inmediata de la actualidad. Cuando la filosofía observa de reojo, con una mirada más lenta que le da cierta desactualidad, encuentra su mayor realismo. En esta premura del diagnóstico, el artículo más im- presionante es el de Giorgio Agamben, bastante comen- tado por lo demás, en el que pone en duda la existencia de una real epidemia de proporciones anormales en Italia, y propone la tesis de que para los gobiernos mun- diales, “habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una epide- mia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas (las restricciones a la libertad y las formas de control) más allá de todos los límites”. Este parece un ejemplo para- digmático de lo que Arendt llamó alguna vez el exceso de teoría, que está en la base de cualquier ideología. Allí donde la realidad no coincide con el marco de ideas pre- vias con las que se la quiere leer –en este caso, “biopo- lítica”–, es la realidad la que se modifica o se relee para hacerla coincidir, incluso al precio de falsearla. Otro lugar común que confunde, que viene más bien de la política que de la filosofía, es la metáfora de la guerra. Como dijo Humberto Maturana al diario La Tercera a principios de abril, aquí no hay ninguna guerra contra un virus, porque el virus no es un enemi- go ni una entidad inteligente que combatir, de hecho, hay dudas de que esté vivo. Más bien hay un aconte- cimiento que no pudimos prever y que nos revela una forma de vida y de organización social que sin duda nos pone en peligro. Otra forma de apresuramiento dis- tinta es la que asume Žižek, el filósofo esloveno. Con una grandilocuencia que no es nueva en él, afirma que el Coronavirus es algo así como el ataque mortal al sistema capitalista. Ya nos gustaría a muchos que un virus pudie- ra hacer algo así. Lo que más bien ha mostrado esta pandemia es la crudeza de un sistema de libre mercado radical, en el que producto de la especulación suben los precios, se despide masiva- mente a trabajadores sin respeto por sus derechos laborales, los insumos de salud se vuelven un nuevo campo de ganancias para quienes aprovechan la oportunidad y la salud privada sigue abrazando un negocio lucrativo mientras la salud pública, con enormes dificultades e inequidades, asume gran par- te del peso de esta crisis. Llama luego Žižek, con su acostumbrado entusiasmo, a un nuevo comunismo global que reordene el campo de la economía. El problema es que nuestras legítimas as- piraciones de transformación emancipadora pueden impedir que veamos la realidad so- bre todo, que olvidemos algo que Chul- Han advierte, a mi juicio, con mucho tino en el artículo que incluye en el mismo libro: “El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no lle- gará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución”. Es más, aclara, ojalá luego del virus venga la revolución hu- mana, una que tenemos que hacer nosotros. Está claro que la pandemia hace reflotar idearios políticos y morales que en las últimas décadas se han visto fuertemente cuestionados por el avance de un capitalismo neoliberal sin contrapeso, especial- mente en nuestro país. En este sentido, ideas como la necesidad de una salud pública, de un Estado fuerte, de unas regulaciones globales a los intereses privados, vuelven a adquirir una vigencia normati- va importante. En esta misma línea, se pregunta el artículo de Butler: “¿Imagina que la mayoría de la gente piensa que es el mercado el que debería decidir cómo se desarrolla y distribuye la vacuna? ¿Es incluso 20

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