Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile

VÍCTOR ORELLANA C. Investigador Asistente del Centro de Investigación Avanzada en Educación Director de Fundación Nodo XXI ción funcionaría más como explotación rentista que como enseñanza-aprendizaje. De ahí la ironía de una sociedad sobre-escolarizada y sub-educada. Si se mira el problema globalmente, el agotamiento del Estado Docente en los sesenta pudo haber sido dirigido tanto a proyectos de expansión de la democracia —refor- mas de los sesenta— como de mercado —reforma dictato- rial. El Estado puede ser base de procesos de mercantiliza- ción o servir a procesos de democratización. Estado no se opone a mercado, necesariamente. Lejos de sus ideologismos, la educación privada en Chile sólo ha sido viable gracias al Estado: universidades de trans- nacionales reclaman dineros estatales por su “rol público” pues atienden a públicos “focalizados” y “vulnerables”. Este es el Estado subsidiario del que tenemos que salir, incluida su maraña de justificaciones tecnocráticas y loas al management como falsa base científica de política pública. Dicho esto, resulta impracticable un retorno al viejo Es- tado Docente, dado que sus supuestos socioculturales —el pacto familia/escuela— ya han sido superados. Hay que ir más allá, apropiándonos hoy de la discusión de los sesenta. Caminamos a una época en que muchas funciones individuales de la parentalidad y maternidad tenderán a socializarse como responsabilidad colectiva por las nuevas generaciones. Emergen nuevas formas de familia, así como también nuevas formas de amor y de creación de la vida. Enhorabuena que así sea. También es cada vez es más difícil diferenciar aula y sociedad. La cooperación humana que permiten las nuevas tecnologías, el acopio y uso directo de los saberes humanos —de lo que Marx llamara intelecto social — han cambiado para siempre la relación entre individuo y cultura. Hoy la sociedad completa es el aula. La tarea de la educación pública en el siglo XXI no es volver atrás: es liderar estas tendencias para que sean espacio de libertad y no el simple “extractivismo de hu- manidad” que ha hecho el neoliberalismo. No es casuali- dad que coincidan lucha feminista y lucha por la educa- ción: en ambas se anuncia un concepto más universal de libertad humana. Una nueva relación entre individuo, familia y sociedad. Hay que repensar desde su núcleo el hecho pedagógico y el sentido de la universidad. Salir de la jaula tecnocrática del management para entender que no se trata de aislar el “contexto escolar” del “efecto escuela” para producir más Simce, sino que es precisamente en ese “contexto escolar” donde se produce el aprendizaje y la vida. Ese contexto es- colar se llama “sociedad” y allí debe enfocarse una nueva pedagogía para una nueva democracia. Hemos de inventar un nuevo concepto de educación pública: uno que desborde el aula y atraviese de punta a cabo la vida social, en estrecha relación con un nuevo pro- yecto de desarrollo país. Que articule salud, educación y tiempo libre en instituciones abiertas y que nos acompañen a lo largo de toda la vida. Sólo entonces el actual apartheid educativo será superado por una vida en común más rica. En Chile no existe la educación pública, malamente podríamos “fortalecerla”. Existe educación estatal subven- cionada. La educación pública debe ser fundada y qué me- jor oportunidad para hacerlo que la nueva constituyente. El Estado subsidiario debe dar lugar a un Estado garan- te. Los edificios de la nueva educación pública deberán ser patrimonio de todos al mismo tiempo que sus trabajadores deberán ser funcionarios públicos. El financiamiento a la demanda debe ser reemplazado por aportes basales. Pero, con todo, no reside en el Estado el carácter públi- co de la educación, sino sólo su condición de posibilidad. Democracia docente implica entender la democracia como una característica de la sociedad más que del Estado y, por lo mismo, asumir la educación pública como un proceso libre de autoconstrucción social y cultural. En definitiva, las principales páginas en la historia de la educación pública chilena no están en el pasado, están en el futuro. Chile ha sido tierra de experimentos. Llegó la hora de que el pueblo chileno inicie uno nuevo: el del fin del neoliberalismo y la construcción de una idea más avanzada de democracia. 43

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