Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile

“El mercado expandió la educación formal incluso más rápido de lo previsto. Pero el precio a pagar fue la construcción de un sistema segregado, caro y de baja calidad promedio”. POR VÍCTOR ORELLANA C. PROCESO CONSTITUYENTE Y EDUCACIÓN: ABRAMOS EL FUTURO A menudo se piensa que la contradicción fundamental del debate cons- tituyente en educación está entre Estado y mercado. Sin embargo, la verdadera contradicción es entre mercado educativo (Estado subsidia- rio) y democracia educativa (Estado garante). Sólo entonces podemos imaginar una nueva educación pública. Veamos. Durante el siglo XX Chile optó por un Estado Docente que nos dio un mere- cido prestigio. Sin embargo, nunca fue universal ni igualitario. Tuvo un desarrollo incompleto, segregado e inorgánico. Además, como escribió Gabriela Mistral, sufrió de vicios de centralismo y falta de democracia. Por ello el cultivo de la vida individual y social se dio principalmente en institucio- nes no democráticas. La familia patriarcal (muchas veces monoparental) o el inquilinaje en el agro formaron a la mayor parte del pueblo chileno hasta mediados del siglo XX. Por eso, en los sesenta, la sociedad chilena estaba disconforme. No es casualidad entonces la Reforma Agraria o la planificación familiar. Menos que recién con la re- forma escolar del 65, la ENU de la UP —que no era un proyecto de adoctrinamiento marxista, como se dijo— y la reforma universitaria del 67, se discutieran seriamente las bases de una educación pública, moderna y democrática. Chile empezaba de verdad a ser una República. Al mismo tiempo que el familis- mo patriarcial era cuestionado, se planteó la necesidad de abrir la educación estatal a la nueva sociedad que surgía en esa convulsa década. Fue el inicio de una interesante democracia docente. Como se sabe, este proceso fue interrumpido en 1973, y los avances descritos serían revertidos con la idea de subsidiariedad: las “familias” tendrían que elegir op- ciones en el mercado educativo. De un lado, esto permitía reponer el control de la familia patriarcal; y de otro, abriría un mercado educativo bajo la promesa de más calidad —por la competencia— e igualdad —por el acceso. Bajo este arreglo, que profundizaron los gobiernos civiles, el mercado expandió la educación formal incluso más rápido de lo previsto. Pero el precio a pagar fue la construcción de un sistema segregado, caro y de baja calidad promedio. La educa- 42

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