Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

historia misma— que desde la mencionada treintena de años, pero sobre todo en la última década, se cierne por todas partes. Como un macizo monumento del deslinde, como evidencia del conflicto y la contradicción de lo irresuelto de la lucha y la controversia, símbolo de un combate que por su talla planetaria ha puesto en juego la historia y la decisión sobre su sentido, el muro podía ser visto como la última barrera que separaba a esta época de su desenlace y de su entrada —si así se desea decir- lo— en el reino de la normalidad. Dicho de otro modo, mientras hubiese el muro, habría también historia. Una vez que se ha venido abajo, esta última empezaría a parecerse más, definitivamente más, a ese panorama ecléctico y general, de clima cool y sin tiempo que a la sazón se presume en ella, y al cual, entonces, se incorporaría la ruina del muro como hito del paisaje. El desmo- ronamiento del muro nos daría la venia, pues, para ingresar alegremente en el “fin de la historia”. Pero habría que tener cuidado aquí con la manipulación de estos ítemes. Porque, a despecho de las apariencias, esto no es idéntico a lo que despa- cha Fukuyama como moneda ideológica, acuñada con alguna habilidad. La presunción de que estamos ya en la poshistoria, de lleno, y que esta se ca- racteriza por la consagración de los fundamentos neoliberales y capitalistas de la organización social —y cultural— como estado definitivo, me parece que no se condice con la experiencia de esta caída; experiencia propiamente histórica y, como tal, indecisa, a la que habría que cautelar para que no quede emparedada viva entre las múltiples, pero más o menos consonantes exégesis del hecho. Y es el emparedamiento de esta experiencia, ya iniciado, lo que hace imposible acreditar la plenitud de sus expresiones públicas. La alegría y el festejo, creo, se han mantenido en el vilo y el soslayo de la pregunta y la reticencia: ¿qué es esto? ¿Cuánto durará? ¿Qué significa? Para no hablar del apremiado cálculo de las consecuencias que ha tenido absortos desde la primera hora a los enterados de la política. De fronteras y muros y torres El muro marca un límite en el espacio, un espacio como zona fronteriza; demarca el espacio. Pero ¿qué es un límite? ¿Qué experiencia del espacio en- cierra la posibilidad del límite? ¿Y cómo tiene que experimentarse el límite para que se lo haga muro? ¿Todo límite implica virtualmente un muro? Tal vez no, tal vez sí. Pero si el límite es efectivamente zona de paso y traspaso, ello se debe a que es, ante todo, área de impasse . Así, la muralla no sólo designa un límite: lo incorpora; es decir, lo hace erguirse como tal. Por eso, bien puede parecernos que ella no es sino el modo tangible en que el límite, esa entidad nominal que difícilmente podríamos llamar una cosa, se significa a sí mismo sobre la tierra. 61 DOSSIER

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