Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

“La historia nos muestra cómo las sociedades van reaccionando y reinventándose ante los desafíos. Esperamos que tanto Alemania como Europa sepan encontrar en sus raíces comunes el camino en paz recorrido estas últimas décadas y la esperanza de un futuro mejor”. una prueba de compromiso político irrevocable con la integración europea. Se trataba de insertar la reuni- ficación con la profundización de la construcción eu- ropea, de tener más Alemania en Europa, europeizán- dola. Mitterrand decidió que afianzar la integración europea para hacer frente al desafío de una Alemania unida era la mejor estrategia. El “costo a pagar” por Alemania estaba dado por la moneda. El presidente francés pensaba que una moneda única del bloque sería la única forma en que los otros países europeos recuperarían la soberanía perdida a favor de Alema- nia, en especial del Bundesbank (H. Kudnani). Si bien algunos historiadores sostienen que Kohl tam- bién estaba de acuerdo con esta perspectiva, lo claro es que el entendimiento se produjo. Comenzaron a trabajar en la Unión Económica y Monetaria querida por los franceses. El canciller logró obtener de Mitte- rrand el compromiso de avanzar, por contrapartida, en la profundización de la unidad política, siendo, desde la visión de Kohl, una “cuestión existencial” para Alemania. Es así como ambos países, reunidos como el núcleo duro de las Comunidades Europeas, dieron paso a la creación de la Unión Europea. Estos precios pagados dentro de las negociaciones dieron sus frutos. El Consejo Europeo de Estrasbur- go aprobó en 1989 la convocatoria a una Conferen- cia Intergubernamental para negociar la Unión Eco- nómica y Monetaria. El 15 de diciembre de 1990 se abre paralelamente otra conferencia sobre la unión política, exigida por Khol. Esta se prolonga por un año bajo la presidencia sucesiva de Luxemburgo y Países Bajos, que termina con la celebración del Tra- tado de Maastricht con el que las Comunidades Eu- ropeas se transformaron en la actual Unión Europea. Europa ha cambiado su rostro tras la caída del muro. El mundo ha cambiado. Pese a la incertidum- bre que hoy caracteriza las relaciones internacionales, el núcleo duro de la integración europea —la dupla Francia/Alemania— sigue siendo el corazón del pro- ceso de integración. Sin embargo, hoy aún es posible observar en Berlín las cicatrices de la división. No es necesario un mapa para saber en qué lado del antiguo muro uno se encuentra. Pero Berlín ha demostrado la capacidad de resiliencia y reencuentro. Es símbolo de división y unidad. En los tiempos convulsos que vivimos, Alemania está viviendo transformaciones políticas importantes. Expresiones nacionalistas que quisieron enterrarse hoy están aflorando con preocu- pación. Los datos económicos y políticos indican que la división este/oeste aún tiene heridas abiertas y a las que hay que atender. La historia nos muestra cómo las sociedades van reaccionando y reinventándose ante los desafíos. Esperamos que tanto Alemania como Europa sepan encontrar en sus raíces comu- nes el camino en paz recorrido estas últimas décadas y la esperanza de un futuro mejor, la vía para evitar caer en la tentación de los extremos que las llevaron a enfrentarse en el pasado y que tanto drama causó. La historia la hacen los pueblos. También la paz. 58

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