Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

carrera hacia una masacre mundial. El decidir qué hacer entonces sobre los restos del III Reich era un tema de vital importancia para la estabilidad del continente. Tras las conferencias de Yalta y Potsdam—en que las cuatro potencias vencedo- ras definieron el destino de Alemania— se establecieron cuatro zonas administrati- vas de control aliado. Además se determinó la entrega de los territorios alemanes a Polonia tras la línea Oder-Neisse como compensación por las pérdidas territoriales relacionadas con el combate. Esto mismo se aplicaría, a su vez, a su capital, Berlín. Sin embargo, las relaciones entre los Aliados no tardaron en descomponer- se, iniciándose paulatinamente la Guerra Fría y la división entre el bloque oc- cidental-capitalista y el bloque oriental-comunista. Para 1946, las potencias oc- cidentales ya habían combinado sus zonas de administración y en 1949, por la Ley Fundamental Alemana (Grundgesetz) , se proclamó la creación de la República Fede- ral Alemana, concretándose en un sistema parlamentario y democrático liberal de go- bierno. La Unión Soviética, por su parte, también proclamó sobre su zona de con- trol la República Democrática Alemana, bajo un sistema socialista y de economía centralizada. Esto se replicó en Berlín, que- dando la zona occidental de la ciudad bajo el control de la RFA, y el sector oriental para la RDA. Con esto se formaba un en- clave capitalista dentro del naciente Estado socialista, lo que incomodó a las autorida- des germano-orientales. Mientras en el resto de la RDA el libre tránsito hacia la RFA estaba prohibido, en Berlín, por los acuerdos de Potsdam, el paso era prácticamente libre entre un sec- tor y otro, convirtiéndose en una frontera abierta dentro de la llamada Cortina de Hierro. Ya para 1961 se estimaba que cerca de 3,5 millones de personas prove- nientes de los sectores orientales habían cruzado hacia Berlín Occidental, siendo, en resumidas cuentas, cerca del 20% de la población de la RDA, en su mayoría jóvenes profesionales. Para paliar esto y evitar la caída de capital humano dentro de la República, la autoridad de la RDA decidió cerrar las fronteras y empezar la construcción de un muro que dividiera de manera material a las dos zonas. Así se convirtió, por un lado, en el “salvador” de la RDA, pero a la vez se constituyó en un símbolo internacional y cultural de la bipolaridad, de la confrontación y de la intolerancia. Desde 1949, y junto a la aplicación de la Doctrina Hallstein, Alemania Federal empezó, junto con otros cinco Estados europeos, un proceso de integración que llegará hasta nuestros días y que marcará profundamente su futuro. Nunca negó su “Europa ha cambiado su rostro tras la caída del muro. El mundo ha cambiado. Pese a la incertidumbre que hoy caracteriza las relaciones internacionales, el núcleo duro de la integración europea sigue siendo el corazón del proceso de integración. Sin embargo, hoy aún es posible observar en Berlín las cicatrices de la división”. 56

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=