Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

El monólogo del crecimiento económico: una confusión conveniente A pesar de lo que podría pensar una per- sona ajena a nuestra disciplina, las y los economistas sí consideramos el tiempo libre como una variable importante de bienestar. De hecho, la mayoría de nuestros mode- los macro —los que están diseñados para capturar las decisiones más sustantivas de los individuos en la sociedad y así analizar las dinámicas de crecimien- to— consideran que el total de horas no trabajadas es uno de los elementos que da bienestar a las personas. Incluir el tiempo libre como un bien preciado en las preferencias de los individuos tiene muy buenas jus- tificaciones normativas y positivas. Lo anterior implica que cuando las y los economis- tas hacemos análisis de bienestar a partir de nuestros modelos macro, el tiempo libre sí es un factor. Y, por ende, no consideramos igualmente desarrolladas dos sociedades con PIB parecido, distribuido de forma similar, pero donde en una se trabaja más que en la otra. La paradoja es que nuestras medidas más utiliza- das para el desarrollo económico suelen olvidar esta di- En momentos en que en Chile se debate la reducción de la jornada laboral a 40 horas, es crucial buscar formas más razonables y menos sesgadas de medir el desarrollo económico, más cercanas al desarrollo humano. Para poner límites a la lógica capitalista se necesitan decisiones políticas: así ha ocurrido en países europeos, donde se ha logrado que una parte significativa de la expansión productiva redunde en más tiempo libre. mensión, haciendo equivalente el crecimiento del PIB con el desarrollo económico. Desconozco cómo llegamos a esta confusión. Pero en defensa de nuestra profesión, y en atención a lo se- ñalado en el primer párrafo, creo que es justo señalar que el problema no tiene necesariamente que ver con el foco de la disciplina económica. En cambio, parece ha- ber una disociación entre cómo hacemos nuestra cien- cia social y los instrumentos concretos que utilizamos para medir cómo progresan las sociedades. Vale la pena notar que esta confusión sesga positi- vamente la valoración normativa de la sociedad capita- lista y de sus variantes más extremas, como la chilena. A saber, las sociedades capitalistas tienen una capacidad sin precedentes en la historia de la humanidad de ex- pandir la capacidad de producción de bienes y servi- cios. Si pensamos en dos extremos, tal expansión de la productividad podría ser aprovechada para trabajar menos (y producir/consumir más o menos lo mismo) o para producir/consumir más (y trabajar más o menos lo mismo). Pues bien, la lógica interna del desarrollo capitalista requiere que su expansión productiva re- dunde principalmente en aumentos de la producción y consumo, y no en mayor tiempo libre. El mecanismo tiene los siguientes componentes: primero, los capitalistas, en su afán de lograr el máxi- mo nivel de utilidades, buscan desarrollar nuevas y más eficientes formas de producción. Segundo, quie- nes logran hacer estos progresos en productividad re- quieren rentabilizar su inversión vendiendo lo máxi- mo que puedan de su producto, ya que no les sirve (o les sirve menos) vender lo mismo que antes, pero pro- duciendo de forma más eficiente. Tercero, lo anterior requiere desarrollar en los potenciales consumidores un interés cada vez mayor de consumir más y nuevas cosas (basta con ver los avisos comerciales), obligando a esos consumidores, por lo tanto, a no bajar sus ho- ras trabajadas para sostener el ritmo de consumo. Si algo se corta en esta cadena, el motor de la expansión productiva capitalista se pone en riesgo. El análisis anterior tiene un alto nivel de abstrac- POR NICOLÁS GRAU COLUMNA Ilustración: Fabián Rivas 20

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