Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

Intrusos y huéspedes U na idea que no acabo de agotar: cada libro traza un hori- zonte de expectativas. No querría sugerir que cada libro se agota en sí mismo, muy por el contrario, intento referir algo más complejo de acotar porque parece obvio: un buen libro no admite otro horizonte de expectativas que el que le es propio. No es que pretenda que la lectura se agote en el mero reconocimiento de ese horizonte y de las posibilidades que el propio horizonte articula, no. Al contrario, intento apuntar que hay un grado de autonomía que la experiencia literaria no agota —¿quizás porque no admite una trans- misión plena?— y que muchas veces se manifiesta ante libros que so- breviven incluso a la impertinencia del lector, obligándole a reconocer no ya su falta de tino o pericia, sino algo más rudimentario: ha llegado tarde y mal a una fiesta a la que no estaba invitado. Todo esto porque escribo desde la sospecha: hay algo en Mudan- za, de la escritora y artista visual mexicana Verónica Gerber Bicec- ci, que implica en un único movimiento un ejercicio retrospectivo y proyectivo: qué leemos cuándo leemos, qué hemos leído y cómo lo recordamos, y, claro, qué estamos leyendo cuando leemos Mudanza, este ensayo que Gerber publicó en 2010, que en 2017 rescató Alma- día Ediciones y que este año ha publicado en Chile la editorial Mon- tacerdos. No es por supuesto una sinuosidad gratuita, sino intrínseca a su lectura: se trata de un ensayo, repito, y su adscripción genérica debiera asustarnos por la precisión que admite, por cómo la vindica. Pocas veces el género, sobre todo cuando aborda las semblanzas de artistas —porque de eso trata el libro: de cómo explicar la relación de un puñado de artistas con el lenguaje—, adquiere una textura y rugosidad semejante, y exhibe un modo de hacer autónomo que se construye a medida que avanza. Dos ejemplos que operan en sentido opuesto: tanto Un reflejo en el agua movido por el viento (Lumen, 2019), de Felipe Reyes, como Dis- traídos venceremos (Jekyll & Jill, 2019), de Andrea Valdés, carecen de unidad y se muestran como un recuento monótono y más preocupado de una estructura que justifique el lomo y de una idea de “efectividad” “Pocas veces el ensayo, sobre todo cuando aborda las semblanzas de artistas, adquiere una textura y rugosidad semejante, y exhibe un modo de hacer autónomo que se construye a medida que avanza”. Mudanza, de Verónica Gerber POR CARLOS ACEVEDO CRÍTICA DE LIBROS 18

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