Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

su existencia la remite a ella, y que si se cortara el vínculo epistolar, sólo quedaría la muerte. En sus cartas, Óscar Castro demuestra un evidente menosprecio por Rancagua, un lugar donde se impone el cotilleo, la maledicencia y la falta de expectativas para llegar a publicar sus poemas, pero también hay referencias inte- resantes al ambiente cultural de la ciudad. En una de sus misivas apunta que debe detener su escritura y abrir la biblioteca, porque ya son las cinco de la tarde y afuera hay mucha gente an- siosa esperando. También se refiere a la extensa elaboración de listas de libros por comprar, a su función de organizador de la Fiesta de la Pri- mavera y la dirección de una revista en el Li- ceo de Hombres de la ciudad. Al contrario de lo que se podría imagi- nar para un biblioteca- rio de pueblo, Castro se lamenta constante- mente por el exceso de trabajo y el sinnúmero de asuntos a los que debe prestar atención. El mito del amor romántico es una cons- trucción cultural determinante en la conforma- ción de la subjetividad de las mujeres. El pa- triarcado encontró allí, en el amor romántico, un sitio privilegiado para situar a la mujer y construir no sólo su forma de pensar y decir, sino de actuar y reaccionar. La mujer es edu- cada para ser dependiente del amor que la fi- gura masculina le otorga o que debe ser capaz de despertar. La relación amorosa entre mujeres y hombres se sostiene en la asimetría, donde lo masculino representa la fuerza de la conquista, la figura activa, incluso acosadora, como ocurre con Castro, quien se atreve a exponer sus senti- mientos aun cuando la muchacha no le corres- ponda. La mujer, por su parte, se ubica en el lugar de la aceptación del amor, del afecto que “Estamos frente a un trabajo que significa un gesto de rescate patrimonial importantísimo para la historia literaria nacional que, además, nos muestra una faceta íntima de un autor poco leído”. se le brinda. Es más, debiera mostrarse agrade- cida de ser amada por un hombre. Este libro funciona como una pieza ex- traordinaria para reconstruir el amor román- tico desde el punto de vista masculino. Estela rechaza el amor, sin embargo, eso no detiene a Castro, que insiste de manera casi delirante en cortejarla. Por desgracia no podemos aden- trarnos en los pensamientos de ella, no sólo porque no existan sus respuestas, sino porque el enamorado no deja entrar la voz de ella bajo ninguna forma, ni diálogos ni reproducción de sus palabras, ella sólo existe como la amada. En tal sentido, Estela es reducida y conver- tida en mero símbolo; sus rasgos personales, aquello que le daría una identidad parti- cular, se van borro- neando bajo el peso arrasador del deseo masculino. Al respec- to, Castro señala: “hu- biera dado la mitad de mi vida por tener su cabeza rendida en mi pecho”. También, re- sulta significativo que Castro utilice la expresión “muñequita adora- ble” o el diminutivo “mujercita”, este último en innumerables veces, para referirse a Estela. Términos que empequeñecen, contradictoria- mente, a la mujer que ha considerado la razón de su vida. El discurso amoroso, por tanto, no es impedimento para formular una jerarquiza- ción, donde la mujer ocupa un lugar subalter- no y de musa inspiradora. Más allá de lo anterior, estamos frente a un trabajo que significa un gesto de rescate patri- monial importantísimo para la historia literaria nacional que, además, nos muestra una faceta íntima de un autor poco leído, que tuvo la des- gracia de morir muy joven y no pertenecer a la elite literaria santiaguina. 15

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