Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

aunque lleva cinco décadas creando fotomontajes, instala- ciones, performances, esculturas y videos —como Semio- tics of the Kitchen (1975), un manifiesto visual citado por varias generaciones de feministas en el que, a punta de ba- tidores, cuchillos y humor negro se mofa de la idea de que la cocina es el lugar de realización de la mujer—, recién en las últimas décadas ha recibido una mayor atención de parte del mundo del arte. A partir del 2000 empezaron a multiplicarse sus exposiciones individuales en lugares como el MoMA de Nueva York y el Centro Pompidou de París, reconocimiento tardío que se explica en esta cita iró- nica del colectivo de arte Guerrilla Girls: una de las venta- jas de ser una artista mujer, dicen, es “saber que tu carrera puede repuntar cumplidos los 80 años”. —Pienso en algunas mujeres que fueron muy co- nocidas en algún momento, como Barbara Kruger, Jenny Holzer y Lorna Simpson, que están vivas y hacen arte, pero apenas son visibles. En cambio, tenemos exposiciones de artistas hombres reaccionarios muertos hace rato—reclama Rosler. El auge del feminismo ha forzado a los curadores a saldar la deuda con las mujeres olvidadas por la historia, como Carol Rama, Alice Neel, Joan Jonas y Ana Mendieta, pero estos gestos hay que mirarlos con sospecha, asegura: —No ha cambiado nada. Y dudo que algo cambie. —Al menos en los grandes museos, la política de inclusión y diversidad cultural y de género sigue sien- do escasa. Por más romántico que suene, siempre he visto estas batallas como si fueran una guerra. La premisa del mundo del arte es el novum , los nuevos fenómenos, igual que en la moda. Estamos tan acostumbrados que ya ni lo nota- mos: el mundo del arte se parece al de la moda, lo que me parece problemático. Hoy la voluntad de los artistas de convertirse en activistas resulta predecible también, por- que desde hace un rato ya que el arte está pretendiendo ser un vehículo para el activismo social a través de proyec- tos que intentan hacer el bien, pero que no logran inter- venir seriamente la política. —Muchos de sus trabajos de décadas pasadas abor- dan problemas políticos y sociales con los que todavía lidiamos: los estereotipos en torno a la mujer, la brecha entre ricos y pobres, la precarización de la vida, la gue- rra a escala global. ¿No le parece aterrador mirar hacia atrás y ver que seguimos luchando contra los mismos asuntos después de tanto tiempo? Por un lado, sí, pero por otro me sorprende que pro- yectos como la liberación de la mujer, que parecían gana- dos, sufran retrocesos tan grandes, aunque la historia del feminismo ha sido así desde el siglo XVIII. Pasó en la déca- da de 1980 con los movimientos sociales y antipatriarcales. Todo se mueve por olas: las fuerzas reaccionarias siempre están esperando que olvidemos que hay algo por qué lu- char, pero nunca se sabe cuándo la lucha va a resurgir, en especial con los feminismos. En el arte pasa lo mismo: obras antiguas son tomadas en cuenta hoy esencialmente por afanes comerciales. Me parece cansador. —¿Y cómo se podrían combatir esos ciclos de avan- ce y retroceso? Mi gran preocupación hoy es la enorme marea de des- historización de la información, es decir, el presentismo, que es una reinterpretación del pasado desde el presente sin considerar el contexto histórico en el que se dieron los hechos. No se pueden comprender obras de arte del pa- sado sin entender su contexto de producción, lo mismo con las luchas políticas: sin esa información estamos mal equipados para combatir los contragolpes, los retrocesos, y caminar hacia adelante. —Vivimos en tiempos oscuros: el calentamiento global, la desigualdad y los neofascismos no pintan un horizonte muy esperanzador. ¿Cuáles son los asuntos que más la preocupan hoy? El calentamiento global es un problema urgente que necesita la energía de los jóvenes. Pero la gente como Trump sabe que siempre hay una forma de hacer que el presente sea tan agotador que ni siquiera quede energía para pelear la batalla más mínima. No es el planeta el que va a morir, todos vamos a morir, y no se puede luchar contra eso sólo con pactos políticos. Hay que intervenir el curso de la vida en el planeta. Para eso necesitas ser joven, estar en la calle, dar conferencias, hacer arte. Es un tema que me importa mucho, pero soy una artista vieja, y lo que pensamos los artistas viejos, a estas alturas, es “cuándo mierda voy a terminar este proyecto que empecé hace vein- te años”. Para nosotros, los viejos, es “ahora o nunca”. “El calentamiento global es un problema urgente que necesita la energía de los jóvenes. Pero la gente como Trump sabe que siempre hay una forma de hacer que el presente sea tan agotador que ni siquiera quede energía para pelear la batalla más mínima”. 8

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