Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

cés, y desde el siglo XV en inglés, tiene fijado el rol de cada uno de los participantes. Y si no somos prédica, sino, a lo mucho, escuchas, difícilmente podemos ser intelectuales. De esta manera, mi conocimiento está puesto al servicio de una causa, “la autonomía de los pueblos indígenas”, pero mi acreditación (profesión) está puesta al servicio de mi empleador, que en el caso chileno no es otro que la academia o el Estado. Puestos los elementos de juicio sobre el escenario de este artículo, la demanda entonces es para usted, académica/co, para que la próxima vez que se vea tentado a nombrar a algún/a hermano/a indígena u afrodescendiente como intelectual, reflexione acerca de la naturaleza de tal evento y transparente el he- cho de si lo hace en busca de reconocimiento, “yo te nombro porque me nombro”, o en busca de la man- tención del statu quo, “yo te nombro para que guar- des silencio”. Cualquiera sea la razón, la invitación es a revertir el orden, es decir, como sé que hablas desde la desigualdad, la injusticia, el pre-juicio, yo me sumo a tu palabra para que ambos logremos la ansiada jus- “La demanda es para usted, académica/co, para que la próxima vez que se vea tentado a nombrar a algún/a hermano/a indígena u afrodescendiente como intelectual, reflexione acerca de la naturaleza de tal evento y transparente el hecho de si lo hace en busca de reconocimiento, ‘yo te nombro porque me nombro’, o en busca de la mantención del statu quo, ‘yo te nombro para que guardes silencio’”. ticia. Es más, no sólo me sumo: te cedo la palabra, el aula, el texto. Porque únicamente en la medida en que hay justicia para ti, la habrá para mí. No puedo aspirar a ser intelectual a costa de que tú seas intelli- gentsia. No puedo pretender ser intelectual a costa de tu descrédito. Mi abundancia no se puede sostener en tu miseria. Mi grito, en tu silencio. Sólo así ambos llegaremos al púlpito y cuando ambos estemos en él, veremos la inutilidad de la prédica. Porque ambos so- mos personas, porque ambos tenemos una historia, una lengua, una religión. Porque ambos tenemos el derecho a creer de la manera que queramos el mundo y la realidad. Sólo entonces, ambos, veremos que no somos autoridad, sino sólo actores de una representa- ción cuya autoría, de tan conocida, es omitida. Este será el momento, entonces, donde no tengamos posi- bilidad alguna más que alcanzar un acuerdo. Y como ese acuerdo me involucra y me representa es que es- taré dispuesto a defenderte, en suma, a que me nom- bres, pues yo también podré nombrarte. Por ahora nada de eso ocurre, al menos, en la Casa de Bello. 48

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