Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

o menos eficaces, adecuados o aberrantes según há- bitos, motivos, propósitos y puntos de vista que, por refinados que puedan llegar a aparecer en los diversas figuraciones creativas –desde la filosofía, la historia y demás saberes hasta la literatura y las artes–, no son distintos de aquellos que conciernen a los hombres y mujeres en sus relaciones habituales de vida. Es lo que amerita un lenguaje socialmente compartido, que despliegue toda la variedad de formas desarro- lladas históricamente para desplegar esta doble tarea crítica y fundacional: el diálogo, el ensayo, la medita- ción, la epístola, la biografía, la crónica, la digresión, el aforismo, el fragmento, el artículo, el manual, la monografía, la suma; en fin, más recientemente los medios audiovisuales y siempre y sobre todo, el libro. VI Premiar pavlovianamente la aplicación de una ley discursiva propia de las ciencias naturales (y del inglés de conferencia) en las humanidades no tiene nada de anodino o anecdótico. Muchísimo más eficaz como método de represión de mundos alternativos que la prohibición de la censura o la descalificación episte- mológica directa, este papeleo y papelón transfor- ma a bajo costo a las humanidades en un ejercicio de glosa arqueológica de archivos, obras y autores u otra forma posible de la prueba, haciéndonos a todos cómplices más o menos advertidos de la facticidad de turno. VII No es lo mismo usar el sentido de estilo para pro- bar algo –digamos, para demostrar que una obra per- tenece a un autor o a una época determinados– que activar un sentido de estilo para comprender cómo una obra representa o abre posibilidades imaginativas de configurar un mundo habitable. Entre los prime- ros, hay una tendencia a tomar la obra como objeto y servirse de manuales clasificatorios que proponen rasgos peculiares como elementos de prueba, lo que abulta su cosecha de un cúmulo de manierismos. Aseguran el botín al precio de echar por la borda gran parte de las preguntas y matices ineludibles de lo humano. Los segundos pueden llegar a conocer la experiencia de embarcarse en un periplo que obliga a ajustar las expectativas al cruzar cada cabo, don- de el desconcierto es condición de posibilidad de un nuevo mundo. También Colón creyó haber llegado a las Indias Orientales cuando, como se sigue diciendo por ahí, “descubrió” América. VIII Se sabe que el análisis no sirve de nada sin una sín- tesis imaginativa, capaz de descubrir, o sea, de crear. Para ello, sin embargo, la disección debe haber dejado vivo al individuo, lo que no ocurre ni en las lecciones de anatomía ni en las torturas de la inquisitio . IX La paradoja es tan sólo aparente: mientras la teo- ría científica, con su pretensión de validez ahistórica, es enterrada cuando surge una versión más convin- cente de los hechos (absorba o no a la anterior en sus entrañas), las creaciones humanistas, conscientemen- te datadas y situadas, tienen una organicidad que les da vida histórica, permitiéndoles resurgir una y otra vez de la tumba a decir lo que tengan que decir. X La diferencia entre probar y comprender no está delimitada por la proveniencia última o física de las entidades a que se aplican. Ante la piedra en la cante- ra o en la mina, se suele preguntar “qué es” o demos- trar “qué elementos la componen”. Ante la misma piedra en un pedestal (o en el zapato, según sea el caso) se puede preguntar “qué significa” y explicar “cómo y por qué expresa lo que expresa”. Este com- portamiento, que no es exclusivo de las piedras, hace que las entidades y las actividades puedan expresar un día y no hacerlo al día siguiente, o expresar cosas distintas en lugares y tiempos diferentes. Es cuando se constituyen en “obras” –cuando aquello sobre lo que se pregunta aparece creado por quien pregunta: el ser humano–, que debe discernirse si y cómo es que sus formas y comportamientos contribuyen a la configuración de qué mundo. XI Tal como la explicación del estilo de una escul- tura no se hace a golpes de martillo, para la com- prensión de las ciencias naturales como “obra de los hombres” de poco sirve la inquisitio , el método con que la ciencia investiga felizmente, de manera pun- zante y cortante, los objetos que aísla en la naturaleza. XII Si una teoría científica es un gran hecho, los he- chos son pequeñas teorías. Cuando la investigación (natural o social) afirma que es verificable, lo que afir- ma es que es capaz de repetir la aparición conjunta de las entidades y los eventos que sus conceptos, catego- rías e instrumentos conciben y consideran relevantes para su experimento, dejando todas las demás enti- dades y eventos posibles del “mundo ordinario de los hombres” fuera. Hace del experimento un ejemplo de la teoría; se maravilla ante una uniformidad en la naturaleza que él mismo ha aislado o proyectado creativamente. Lo cual lo honra, a su manera. 43 DOSSIER

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=