Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

mos al diferenciar variaciones sutiles de una cara a la otra, nuestra percepción del entorno privilegia la detección de generalidades sobre las diferencias. Tal como escriben los cientistas cognitivis- tas Steven Sloman y Philip Fernbac en The Knowledge Illusion. Why We Never Think Alone (2017), “la mente no está hecha para adquirir detalles de cada objeto o situación individual. Apren- demos de la experiencia para genera- lizar a nuevos objetos y situaciones. La capacidad de actuar en un nuevo contexto requiere comprender sólo las regularidades profundas en la forma en que funciona el mundo, no los detalles superficiales”. Más aún, existe en el proceso de la percepción una in- teracción entre la información prove- niente del entorno y la representación existente en el cerebro. En su libro En una selva oscura (2019), la novelista estadounidense Nicole Krauss descri- be de manera acertada el mecanismo cerebral de la percepción: un “flujo de asociaciones y perspectivas almacena- das que [el cerebro] usa cada segundo para llenar los vacíos y dar sentido a lo que los ojos transmiten”. En suma, parecemos transitar de un gran número de componentes del cerebro con múltiples posibles cone- xiones a un número relativamente li- mitado de expresiones conductuales, tanto en la normalidad como en la patología. Además, este gran número de componentes no se refleja en una capacidad de detectar los múltiples componentes del entorno. Al con- trario, somos ciegos a la diversidad, privilegiamos las generalizaciones y la búsqueda de patrones que confirmen nuestras ideas preconcebidas en des- medro de la detección de la novedad, minimizando información que ponga en jaque lo que creemos conocer. *** Sin embargo, esos mismos cere- bros limitados, “cuya principal función pareciera ser generar coherencia a toda costa”, según Nicole Krauss, interac- túan unos con otros, y en este proceso han sido capaces de crear las herra- mientas que los ayudan a sobrepasar las barreras de cada cerebro individual y enjuiciar las percepciones sesgadas de otros cerebros. Surgen así en la historia humana el arte y la ciencia. La ciencia, a grandes rasgos, puede ser definida como una actividad que crea las condi- ciones necesarias para cuestionar nues- tras percepciones e interpretaciones sesgadas: la ciencia crea condiciones de generación de conocimientos no basa- dos en conclusiones individuales. Más aún, la ciencia nos ha ayu- dado a entender el funcionamiento de nuestros cerebros, de nuestros errores perceptivos y de por qué no nos podemos fiar del conocimiento que emerge de cada cerebro indivi- dual. Quizás una de las principales virtudes de la ciencia es ayudarnos a cuestionar nuestras certezas: “Ahí reside toda la belleza de la ciencia. ANDREA SLACHEVSKY CHONCHOL Neuróloga, Doctora en Neurociencias, Centro de Gerociencias, Metabolismo y Salud Mental (GERO) y Clínica de Memoria y Neuropsiquiatría (CMYN) del Hospital del Salvador y de la Facultad de Medicina, Universidad de Chile. Autora de Cerebro cotidiano (LOM, 2015) “La ciencia nos ha ayudado a entender el funcionamiento de nuestros cerebros, de nuestros errores perceptivos y de por qué no nos podemos fiar del conocimiento que emerge de cada cerebro individual. Quizás una de las principales virtudes de la ciencia es ayudarnos a cuestionar nuestras certezas”. Inicias el camino, lleno de asombro y curiosidad, sin saber si te llevará a encontrar la solución del problema que te llevó a iniciarlo”, nos dice el escritor israelí Benny Barbash en Little Big Bang (2011). El arte, por su parte, que puede pensarse como una actividad indivi- dual, tiene sentido porque el artista in- teractúa y crea con otros y para otros, artistas y no artistas, y con toda la historia del arte de la sociedad en que vive. Quizás uno de los mayores logros del arte, más allá de consideraciones estéticas, es lo que expresa el escritor francés Patrick Chamoiseau en La ma- tière de l’absence (2016): “los grandes artistas, las grandes obras, instalan una puerta abierta al horizonte sin hori- zonte de lo impensable. Y es lo que me parece importante en el gesto artístico. No el significado ofrecido, esa indi- gencia intelectual que nos tranquiliza, sino verdaderamente una puerta que se abre, que nunca más se cierra, y que nos transmitirá las infinitas energías de lo imposible de concebir”. El arte nos ayuda a derribar las falsas verdades creadas desde la perspectiva única de un cerebro individual. Los 174 mil millones de neuronas y células gliales parecen aglutinarse en un número limitado de componentes que nos hacen humanos de imagina- ciones pobres y, a la vez, expertos en detectar aquello que confirma nuestras creencias. Pero a la vez, esos 174 mil millones de neuronas y células gliales dialogan con otros cerebros de simi- lares características, y este diálogo de múltiples cerebros puede crear las con- diciones necesarias para que emerja la heterogeneidad, como si de cierta ma- nera se liberara el potencial de esos 174 mil millones de elementos de nuestro cerebro. Pero, quizás más importante que todo, este diálogo entre múltiples cerebros hace posible el cambio de perspectiva que resulta de la actividad científica y artística. 34

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