Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

P.24 P.P. / Nº11 2018 La fuerza de su rostro en un mural re- cién inaugurado, el mismo en cada mar- cha por la justica, la verdad y la memoria. Mujer insurrecta, mujer de una guerri- lla especial que ella ni siquiera imaginó, cuando el siglo XX no llegaba ni a su pri- mera mitad, allá, en Tocopilla, en el norte de Chile. Ana González (1925), histórica dirigenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y comunista desde su adolescencia, observa los rostros de los suyos, “los míos”, mientras revisa los anillos en sus manos delgadas, con uñas rojas, impecables. Lo hace para comenzar a recordar, mucho antes de ese día nefasto, cuando la infamia quebró a un Chile que no ha logrado volver a su densidad demo- crática, republicana; un Chile que no ha logrado recuperar sus vidas. Manuel Guillermo (22), casado, dos hijos, gásfiter; Luis Emilio (29), técnico gráfico, ex dirigente sindical, y su esposa, Nalvia Rosa Mena (20), embarazada de tres me- ses, dueña de casa, y el hijo de ambos, de dos años y medio, Luis Emilio Recabarren Mena, Puntito, fueron secuestrados por la DirecciónNacional de Inteligencia (Dina) en un operativo que los agentes montaron cerca de su casa familiar, en calle Sebasto- pol con Santa Rosa. Los hermanos Reca- barren González tenían una imprenta en Nataniel 47. Seguían el oficio de su pa- dre, Manuel Segundo Recabarren Rojas, quien salió a buscarlos muy temprano al día siguiente. Tampoco volvió. Dicen que lo vieron en Villa Grimaldi. Su rastro se pierde en agosto de ese año. Puntito, el nieto que los agentes del Estado dejaron a merced de la calle perseguida, fue el único que sobrevivió. Se los llevaron a todos. La casa de los Recabarren González, en San Joaquín, es parte de ese país perdi- do. La reja se cerró a los pocos días de no “Hay que buscar para no perder la esperanza, aunque sea entre nosotros, entre encuentros sencillos”.

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