Palabra Pública - N°10 2018 - Universidad de Chile

en Instagram, reviso sus petitorios, leo las noticias que las nombran, converso con mi hermana que entró a estudiar Trabajo Social este año a la UTEM. Gracias a ella fui a la toma. También me invitaron a Juan Gómez Millas. Acepté al tiro, qué pla- cer intercambiar lo que sentimos, nuestras experiencias, porque el feminismo no es un invento mío ni de ustedes, es una fuerza interior de desobediencia, de rabia, de frustración, de solidaridad, de afecto. Una pulsión que estuvo antes en Elena Caffarena, en las sufragettes o en mi abuela. Una voz que nos empuja a crear con las manos, la cabeza y el corazón una forma de relacionarnos en la que las personas no seamos depredadoras de otras personas. Es la pelea por la igualdad y la libertad más radical. Me llena de orgullo ver a las encapuchadas con las pechugas al aire, en una versión poderosa y elegante del haka maorí. Me dio gusto llevar comida a la toma de la Cató- lica. Me encantó escuchar de primera fuente cómo otras encapuchadas se tomaron el ICEI de la Chile y cómo al salón José Carrasco Tapia ahora le dicen “la Pepa”. Amé saber que las chicas están todo el día encerradas conversando, dialogando, inventando formas, armando petitorios, tomando acciones. Qué lujo poder pensar una sociedad distinta no a partir de los trabajos académicos que les exigen en sus ramos, sino mo- vilizadas por el daño cotidiano inscrito en su cuerpo. Es hacer política en la práctica: enfrentar al orden, revolverlo al poner la voluntad personal en la idea de igualdad. Por ahí dije que éste es el “2011 feminista” y lo sostengo. Es una historia donde estudiantes, jóvenes, universitarias se paran un día y dicen: esto que me pasa a mí o a quienes quiero (tener una deuda por estudiar o que tu profe te subestime por mujer) no está bien, ¿por qué tenemos que aguantarlo? ¿Seré a la única que le molesta? Y algo sucede y la rabia se expande como diente de dragón. Cuando nos damos cuenta de que no estamos solas nos convertirnos en colectivo. Empiezan las movilizaciones, los paros, las tomas, las marchas. Eso atrae otras demandas y se activa el engranaje de los movimientos sociales. Se parece tanto una revuelta a otra, sobre todo en la sensación, en este gustito, este calorcito en el pecho, este placer que da saber que una verdad escondida por fin está siendo escuchada. “Las estudiantes de esta generación fueron más hábiles, más lúcidas, más osadas y dijeron: eso que pasa entre compañeros no está bien. Le sucede a más de una, es un problema colectivo. (Y por lo tanto, político). Me pregunto cómo habrá sido el despertar. ¿Habrá sido como el del acoso sexual callejero? ¿Una molestia antigua que de pronto se comparte con otras hasta reconocer que es masivo?”. P.53 Dossier / Nº10 2018 / P.P.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=