Palabra Pública - N°9 2018 - Universidad de Chile

¿por qué, en un contexto de flujo y mayor diversidad de información, exis- te tan escasa variabilidad de representaciones de lo indígena y lo migrante en los medios industrializados nacionales? ¿Acaso es sólo una opacidad a partir de un modo de ser y pertenecer en el campo medial o más bien responde a un mecanismo de reproducción de un sentido aparentemente mayoritario, cuyas fracturas apenas aparecen en la esfera mediática masiva debido a un mecanismo centrífugo que deja fuera, en función de nichos de información, aquello que devenga disonante? Si lo segundo es correcto, debemos desplazar la pregunta por la construc- ción potencialmente racista del discurso mediático por las condiciones efectivas de la definición de aquel “nosotros” a través de las cuales se des- cribe aquello que queda en sus márgenes en tanto alteridad. Y la eviden- cia social de lo que se puede definir como pre medial no resulta menos preocupante. En efecto, no han sido pocas las investigaciones que en estos últimos años han situado una definición donde el binomio blanco / no blanco refleja una dimensión estructurante de nuestra sociedad. Sólo a modo de preocupantes ejemplos, una reciente investigación realizada por Meuss, Manzi y Gon- zález expuso que ha- bría un sesgo asociado al color de piel y al nivel de ingreso en las expecta- tivas educacionales que los profesores de enseñanza me- dia y los estudiantes universi- tarios tienen respecto de niños y niñas, a quienes se percibe con menores posibilidades cuan- do son morenos y de menores re- cursos económicos. Por otro lado, un estudio del INDH dio cuenta de que un grupo significativo de la población se observaría más blanco y me- nos “sucio” que los ciudadanos de otros países latinoamericanos. Hace unos años, Adela Cortina hizo popular su conceptualización so- bre la aporofobia. Según la filósofa, el rechazo a lo migrante no estaría dado por su condición de extranjero sino ante todo por su pobreza. En el contexto europeo contemporáneo, lo migrante -y por extensión, lo étnico- sería aquel cuarto mundo presente en cada calle de cualquier ciudad que, como huella, recuerda las brechas o las asimetrías de un pretendido desarrollo. Al extrapolar esta perspectiva al caso chileno, sería necesario vincular dicho concepto con la segmentación social y más evidentemente, con nuestra configuración de clase. Alejado de lo atávico y más cercano a una forma contingente de comprender el poder, algunas élites nacionales se configurarían desde una distinción económica junto a una pretendida blanquitud que sitúa el color de “Hace unos años, Adela Cortina hizo popular su conceptualización sobre la aporofobia. Según la filósofa, el rechazo a lo migrante no estaría dado por su condición de extranjero sino ante todo por su pobreza”. P.65 Dossier / Nº9 2018 / P.P.

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