Palabra Pública - N°9 2018 - Universidad de Chile

la exclusión. Entonces trata de desaparecer en la existencia de la nación ajena que lo acoge luchan- do, por ejemplo, contra el sufrimiento que anuncia su color, ese que le han adherido a su condición de persona, haciéndolo visible para no considerar- lo como un igual, pegándole la “diferencia” que lo condena para que claramente indique la frontera entre lo nacional y lo no nacional. Se convierte en- tonces en un cuerpo de espectáculo, en un porta- dor de signos de aquella visibilidad lejana que apela a múltiples interpretaciones que terminan organi- zando un orden, el “orden nacional” desde el cual se pueden entender las medidas injustas basadas en los mitos sobre el inmigrante. Pero los mitos son poderosos, construyen verdades, naturalizan este- reotipos y legitiman maltratos, permitiendo que, sobre su base, se consoliden el temor xenófobo y las prácticas racistas. La presencia de inmigrantes devela -a ojos de los chilenos- características “culturales” que supuesta- mente se reconocen y diferencian según el “color”, la “figura”, los “olores” o el “carácter” que los hace “bulliciosos”, “violentos”, “ladrones” y “promis- cuos” y que los predispone al crimen, la maldad y los excesos. Las prácticas de discriminación, ex- clusión y racismo han sido vistas y escuchadas en situaciones e interacciones cotidianas basadas en la negritud –la de antes y la de ahora– que ponen de manifiesto una alteridad fraguada en represen- taciones de raigambre colonial sobre un “otro” que arma un imaginario que opera como el a priori fáctico de una “verdad trascendental”, es decir, de un esquematismo arraigado que abre a una serie de violencias naturalizadas. El racismo es una producción relacional, actualizada y promovida por el temor, la xenofobia y la rabia que realzan, de manera generalizada y definitiva, di- ferencias reales o imaginadas sobre un individuo que hay que excluir, rechazar, expulsar o matar, que hace triunfar un discurso cientificista-político que genera el racismo biológico y con él la producción de una teoría racionalizada y legitimada que se incorpora al sujeto racista e inscribe con toda su violencia al “otro” en la gramática del inmigrante. Es necesario seguir examinando lo que nos suce- de con los inmigrantes desde ese carácter colonial que permanece en las relaciones sociales para de- signar la reproducción de antiguas jerarquías co- loniales, demostrables en el hecho de buscar tra- bajadoras de casa particular a cambio de techo y ropa vieja de la patrona; o en la paga miserable de trabajadores bolivianos y peruanos en los valles del norte; o en la supuesta sumisión de quienes aceptan cualquier paga y cualquier trato. Pero sin detenerse a pensar que quien parte a trabajar en la urgencia de la vida en ocasiones sólo puede acep- tar las migajas que se le ofrecen y con ello el abuso que ese ofrecimiento contiene. Podríamos ponernos de acuerdo y trazar algu- na ruta reversa para desarmar lo que se aprendió como verdad y buscar una salida. Comenzar por entregar la palabra a este “otro” que construimos en la “diferencia” para imaginar caminos de igual- dad. Luego valdría la pena enfrentar lo que somos y reír un poco frente a la idea de la blancura como signo de europeización. Esta piel que nos cubre tiene diversas tonalidades. No da cuenta de una P.54 P.P. / Nº9 2018 / Dossier

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