Palabra Pública - N°9 2018 - Universidad de Chile

“El racismo no es un fenómeno individual, propio de los ‘sujetos racistas’, ni se da tampoco como un hecho aislado o coyuntural. Es una formación histórico-estructural que adquiere diversas formas a través de la historia, que no se pueden entender desvinculadas de los procesos de colonización, del Estado- nación o de las distinciones de clase y género”. comprensión para enfrentar políticas migratorias de carácter restrictivo. La inmigración, considerada en términos de seguridad, deviene en “problema” y los gobiernos se sienten obligados a enfrentar su amenaza. Los Estados implementan políticas cada vez más duras para controlarla y “ordenarla”: se res- tringen visas y en algunos casos su acceso (como hoy ocurre con Venezuela) obliga a quienes buscan llegar a Chile a una auto-clasificación desde la al- tura, el color de piel, de ojos y cabellos. Sólo muy recientemente, debido a la protesta pública, el mi- nistro de Relaciones Exteriores, Roberto Ampue- ro, ha solicitado la modificación de este formulario consular. Aumentan los controles, las expulsiones del territorio y las sanciones, pero ello no consi- gue responder a la demanda real de una mano de obra que después de haber sido bienvenida, hoy es señalada como la de “enemigos” que “invaden” el territorio nacional. Hoy día, en Santiago de Chile, cuando ocho cua- dras de filas de espera hacen explotar los espacios ciudadanos, cuando la soledad y el miedo consi- guen que las familias se oculten para no salir y ser detenidas o insultadas, cuando un proyecto de ley ha sido decidido por el Ejecutivo basado en la seguridad, en el interés supremo de “ordenar la casa”, higienizando, expulsando y maltratan- do, nos encontramos frente a un proyecto curio- samente peor que el decreto de extranjería que cuatro miembros de la Junta Militar firmaran en 1975, que nos conduce a reflexionar sobre lo que hemos construido como un “nosotros” que con- sigue hacer sufrir al que define como el “otro”. Se trata de un proyecto dirigido a un inmigrante cuyo cuerpo no precisa develar lo que contiene, porque su sola presencia lo hace objeto de des- precio y de castigos reiterados. Sus rasgos, origen, color y sexo, sumados a la falta de dinero que lo hace llegar como trabajador, lo configuran como cuerpo para extraer trabajo, depredar o aniquilar. Esta deshumanización, que no es nueva, proviene de los residuos de una historia colonial y de un Estado-nación armado en clave “blanca-europea”, que marca la separación entre el amo que despo- ja y el sirviente sometido, que favorece el reparto desigual entre los seres humanos. Los inmigrantes han llegado a Chile para trabajar y establecerse, atraídos por la seguridad económica y política que el país exhibe. No están de paso y lle- gan para quedarse, trayendo consigo una fuerza de trabajo provisoria que se necesita, de lo contrario no se abrirían los mercados de la trata y del tráfico ilegal que los acarrea para cumplir tareas agrícolas, en la construcción, en los restaurantes, mientras se les arrebatan sus papeles y se les oculta. La necesi- dad de estadía les obliga a aceptar cualquier trato, al mismo tiempo que la certeza de su “diferencia” les obliga a callar y aceptar condiciones inhuma- nas de vida. Su presencia consigue que regresen los fantasmas coloniales y estatales-nacionales que lo convierten en “enemigo”. Pero el inmigrante es también resultado de una construcción discursiva que condensa juegos de poder y de verdad, comprometiendo la existencia, la identidad y la subjetividad de los nacionales. Imaginado y señalado como amenazante, parasi- tario o ingobernable, su vida parece condenada a P.53 Dossier / Nº9 2018 / P.P.

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