Palabra Pública - N°8 2017 - Universidad de Chile

Cultura, mención Humanidades, quien plantea que “no debieran las campañas políticas estar cruzadas por discusiones religiosas. Me sorprendió el otro día que en su discurso el Presidente electo haya invocado a la Nación y a Dios, en agradecimiento a su éxito electo- ral. Creo que con eso experimentamos un retroceso. Las convicciones religiosas influyen en el ámbito cul- tural de un país como Chile. Eso es inevitable. Como es inevitable también el influjo de lo laico en nuestros imaginarios a través de la historia. Una figura presi- dencial no debiera tomar ‘partido religioso’. Chile es un Estado con múltiples creencias, costumbres, ri- tuales, usos. Es un espacio con territorios y subjetivi- dades heterogéneas. Todas y todos debiéramos caber en estos cruces de verdades, en ese transitar abierto y plural que es el Estado. Habitamos aquí comunidades laicas, comunidades ritualistas, comunidades científi- cas, comunidades creyentes, comunidades agnósticas. Y la presidencia debe invocar a ese conjunto plural, propio de la sociedad abierta que tanto nos está cos- tando construir”. La deuda intelectual con el laicismo Alejandra Araya se asombra de la escasa cantidad de artículos en torno a la cultura laica y el bajo número de intelectuales trabajando sobre este tema. Plantear esas discusiones, señala, “es un hecho fundamental para establecer los márgenes de una república demo- crática, efectivamente democrática, pues seríamos ca- paces de destrabar asuntos que atacan directamente el respeto a los derechos humanos, como el reconoci- miento de las mujeres como sujetas al no reconocer- nos propiedad sobre nuestros cuerpos al primar una concepción religiosa sobre la vida. Hacer esta discu- sión desde estudios en profundidad dotaría al debate sobre lo público y la educación pública de un conte- nido clave para la construcción de una sociedad de pares; cuando escucho ‘calidad’ no veo por ninguna parte la capacidad de discutir sobre laicidad”. Uno de los problemas, plantea, es que no están cla- ros los hitos, los recorridos, los textos y los autores de este debate en Chile. Por ello, anuncia, la Cáte- dra Neruda, fruto de una alianza entre la Fundación Pablo Neruda y el Archivo Central Andrés Bello, ha propuesto como proyecto estudiar las bases de la cul- tura laica en Chile, con el fin de aportar con dicha genealogía y actualizar el debate no sólo en el mar- co de las demandas de una nueva Constitución, sino que como gran deuda de los intelectuales contem- poráneos. “Como ha dicho Julia Kristeva, no hemos sido capaces de construir una ética no religiosa. La laicidad no es sinónimo de anti-religioso, ni religioso sinónimo de católico. El imaginario sobre el miedo nos domina cotidianamente y por ello es un tabú de- cirse laico y es políticamente correcto decirse toleran- te o plural, que en la gran mayoría de los casos se usa como comodín frente al conflicto, pero que no define nada”, sentencia Araya. “Debiera considerarse, por ejemplo, lo que aconteció con el programa de educación sexual Jocas; o lo que sucede con lo trabajoso que resulta instalar políticas públicas relacionadas con el aborto; o en la participación de los gobiernos, representantes de Estado, en ceremonias religiosas, no importa cuán ecuménicas sean; o en los símbolos religiosos que soportan las Fuerzas Armadas”, dice Alejandro Ramírez. P.44 P.P. / Nº8 2018 / Dossier

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