Palabra Pública - N°7 2017 - Universidad de Chile

mujer en obtener el Premio, después de Gabriela Mistral, a quien, como todos ya saben, la máxima distinción de las letras locales le fue otorgada seis años después del Nobel. Al momento de recibir el Premio Nacional, en 1961, Brunet tenía publi- cadas ocho novelas y tres libros de cuentos, y dece- nas de relatos y crónicas en distintas revistas y pe- riódicos tantos nacionales como extranjeros, entre los que se destacaban los periódicos La Discusión de Chillán, El Mercurio y La Nación de Santiago, La Nación de Buenos Aires, y las revistas Caras y Caretas y Sur de Buenos Aires y Repertorio Americano de San José de Costa Rica. A inicios de la década de los sesenta, cuando el jurado se decidió por su nombre para ser la vigésima figura en recibir el Premio Nacional, Brunet traba- jaba intensamente en la publicación de sus Obras Completas que aparecerían en 1963 bajo la editorial Zig-Zag, estaba terminando su última novela Amasijo y contaba con una tra- yectoria profesional e intelectual sobresaliente, en la que destacaba su trabajo diplomático en Argentina y Uruguay, su labor como editora de la prestigiosa revista Familia y su rol docente en las Escuelas de Temporada de la Universidad de Chile. Los antecedentes mencionados hacen de Marta Brunet una justa merecedora del Premio Nacional. Sin embar- go, si consideramos que sus principales obras literarias las había publicado dos décadas antes y que previamente el jurado se había inclinado por figuras como el historiador Francisco Encina y el crítico literario Hernán Díaz Arrieta (Alone), la entrega de esta distinción llegó con un evidente e injustificado retraso; un retraso que al final de cuentas era parte de las formas de funcionamiento de un campo cultural que respondía a las mismas lógicas de exclusión y validación del sujeto femenino que operaban en el resto de la sociedad. En otras palabras, si las mujeres y su trabajo creativo e intelectual rara vez eran visibilizados y legitima- dos, la tardanza del Premio Nacional de Brunet no era en ningún caso la excepción, sino la norma. Así, ese mismo campo cultural que Brunet había demostra- do conocer muy bien al inicio de su carrera cuando le escri- bió a Alone y aceptó la tutela del crítico para abrirse paso en ese mundo letrado, era el que la relegaba a un segun- do plano a la hora de su valoración definitiva. Marta Brunet obtendría finalmente el Premio de la misma manera como lo había obtenido Mistral: cuando P.37 Nº7 2017 / P.P.

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