Políticas nacionales de comunicación y cultura

12 audiencia- para determinar el producto final. El realizador de la programación por ejemplo, no fabrica totalmente de su propia imaginación el contenido de programas, sino él es sensible a las corrientes en la cultura, recoge elementos y los formula en una nueva síntesis. Jesús Martín Barbero, citando el trabajo de Rosa María Alfaro en Perú, comenta que la radio y la televisión logran captar lo popular. Los inmigrantes en Lima "usan la rádio para darse un espacio de identificación que es no sólo evocación de una memoria co­ mún sino producción de una experiencia profunda de solida­ ridad. Lo que nos muestra como los procesos de reproduc­ ción cultural e ideológica recepcionan y son susceptibles de ser subvertidos en el campo mismo del consumo” (9). Es­ to no quiere decir que todos los actores en la negociación tienen el mismo poder; la influencia en el producto variará mucho según él contexto de la producción cultural. Con todo su verticalismo, la institución de los medios ma­ sivos populares es un espacio más para el cambio cultural que hemos pensado. Como Horace Newcomb ha indicado en la experiencia de la telenovela, entramos en otro mundo para rehacer nuestra estructura de percepciones y valores. Luego, regresamos a nuestro mundo cotidiano para cuestio­ nar algo de la mitología que vivimos. (10). . Esto no quiere decir que tengamos actualmente una estructu­ ra democrática en los medios públicos. La estructura hege- mónica no puede controlar completamente el campo de produc­ ción cultural, pero en su lógica actual la institución de los medios revela una evolución más en la imágen magisterial,

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